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¿Años nublados?

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Van quedando en el recuerdo aquellos años de expansión y holgura, aquellos que vivimos entre 2004 y 2014, con registros de crecimiento solo comparables a los observados entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. De un tiempo a esta parte, la economía nos ha vuelto a poner incómodos.

Van quedando en el recuerdo aquellos años de expansión y holgura, aquellos que vivimos entre 2004 y 2014, con registros de crecimiento solo comparables a los observados entre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. De un tiempo a esta parte, la economía nos ha vuelto a poner incómodos.

En el sector agropecuario hace rato que la situación es preocupante. A los productores de todos los sectores cada vez les va peor y algunos trabajan a pérdida. En la industria manufacturera y en el comercio y servicios este año se festeja un empate. Y en muchos casos como una hazaña, si tenemos presente que el año pasado se contrajeron el 80% de las ramas de la industria y la mayor parte de las del comercio y servicios.

Las exportaciones que cayeron 12% el año pasado, no tienen mejores perspectivas para este año. La aceleración en la suba del dólar -que está empujando a la inflación al límite de lo tolerable- no es suficiente para abaratarnos en relación a nuestros socios comerciales. Seguimos estando caros y el proceso de abaratamiento va a ser gradual.

El gasto privado cae de la mano de ingresos salariales que no crecen, confianza del consumidor que se estabiliza en niveles bajos y crédito al consumo que se desinfla. El gasto público es de las pocas variables que van a crecer este año. Según el Presupuesto aprobado a fin de año, el gobierno va a aumentar 3% en términos reales sus gastos. Para financiar este aumento de gasto se suponía recaudar impuestos acorde a un crecimiento esperado de la actividad económica de 2,5%. Como esto no está sucediendo, para cumplir con los compromisos asumidos, el gobierno está recurriendo a las tarifas públicas. Así, cualquier impulso que la expansión del gasto podría generar sobre la economía se ve contrarrestado por el impacto negativo de elevados precios de los combustibles, energía eléctrica y acceso a Internet, en general insumos fundamentales en el proceso productivo.

Según lo que hoy indican nuestros modelos de proyección, que tienen en cuenta el potencial desempeño de variables del contexto regional y global que condicionan en gran parte la actividad económica en Uruguay, este año el crecimiento del PBI con suerte llegaría al 1%.

A nivel regional no podemos esperar nada. Brasil sigue en el CTI y se va a contraer 3% este año. Argentina, si bien avanza rápidamente desatando los nudos de la administración anterior (léase trabas al comercio exterior, cepo cambiario, buitres, medición de inflación), prácticamente no va a crecer.

A nivel global las señales son mixtas. Por un lado, nos está pegando duro la caída de casi 30% en los precios internacionales de los alimentos en los últimos 18 meses, sin subas relevantes esperadas a corto plazo. Pero, por el otro, nos favorece que en el mismo periodo el precio del petróleo haya caído 70%, y vaya a permanecer cerca de los niveles actuales por un tiempo. Si bien la llegada de inversión extranjera se ha desacelerado marcadamente en el último año y medio, sigue en registros elevados en términos históricos. Y, más importante aún, todos los días recibimos noticias de que las economías avanzadas siguen con el freno de mano puesto y, por ende, la tasa de interés internacional mirando para abajo.

Datos de Uruguay XXI indican que el financiamiento desde el exterior está disponible y lo seguirá estando. Durante 2015, el 65% de las utilidades obtenidas por empresas extranjeras instaladas en Uruguay fueron reinvertidas en el país. También durante 2015, más de 350 empresas extranjeras iniciaron consultas formales para invertir en Uruguay.

El desafío actual es concretar estos intereses. Más aún cuando con el cambio de gobierno en Argentina los inversores internacionales tienen un nuevo destino para mirar con atención. Mayores beneficios tributarios al amparo de la Ley de Inversiones -tal como se hizo a fines del año pasado- son buenas señales en esa línea. Pero no alcanza. Si no ofrecemos proyectos rentables, por más que haya fondos disponibles, las inversiones no se van a materializar.

Las barreras que presenta el país para la inversión en muchas áreas son elevadas y lamentablemente han aumentado en los últimos años. Datos comparables a nivel internacional del Foro Económico Mundial y del Banco Mundial así lo indican.

Si consideramos una escala de 0 a 100 en donde 0 indica ausencia de barreras a la inversión y 100 el nivel máximo, en comparación internacional tenemos un buen indicador en el tratamiento a los inversores (19). La seguridad jurídica y el respeto de los derechos de propiedad son aspectos poco cuestionados. Pero las dudas empiezan a surgir cuando vemos cómo estamos en otros aspectos relevantes a la hora de tomar la decisión de invertir. Tenemos un registro adecuado en materia de infraestructura tecnológica (33) y no tan malo en infraestructura física (41), que a pesar de todo lo que se dice, no es donde estamos peor cuando nos miramos en perspectiva. Las barreras empiezan a subir cuando miramos el nivel del capital humano de la población (53), y el peso del Estado en la economía (61). Ya en niveles más críticos se ubica la inserción internacional del país (68), y la flexibilidad de la regulación laboral (88). Desde 2010 a la fecha se observa un deterioro bastante generalizado en estos indicadores con un retroceso especialmente relevante en la percepción de la calidad educativa de la mano de obra.

En todos esos frentes no hay duda que procesar mejoras tangibles lleva mucho tiempo. Poner a punto la red vial, optimizar la gestión pública, concretar la firma de nuevos acuerdos de libre comercio o mejorar la calidad educativa de la población, son objetivos que escapan del alcance de un periodo de gobierno. Sin embargo, señales inequívocas en la dirección correcta con el sustento necesario son anticipadas muchas veces por los inversores y terminan por torcer el fiel de la balanza a la hora de tomar la decisión. Si nos animamos a dar los pasos que hay que dar, si canalizamos los fondos que están ahí agazapados, estoy convencido de que el cielo cubierto se podría empezar a abrir. 

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Ignacio Munyo

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