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Verdades al revés

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Ignacio De Posadas
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El discurso político siempre sufrió la tentación de cosas truchas. Falacias. Aquello que todos reconocemos, (sin chistar), como lo que es "políticamente correcto".

¿Porqué "políticamente" y no correcto a secas? Pues, porque a secas es trucho.

Ahora, si bien es verdad que el "arte" de la política incluye cierta habilidad en el abordaje de la realidad, sigue existiendo algo llamado mentira y cuando el discurso político "correcto" llega a encarnarse en la cultura política de una sociedad, genera adherencias. Lugares comunes elevados al panteón de verdades que no se pueden poner en duda y, mucho menos, desnudar.

Siempre hubo cosas truchas en el discurso político, pero la izquierda ha hecho un arte del relato "correcto". Más que un arte: un panteón ideológico, poblado de verdades reveladas que no pueden ser puestas en duda. Así, ha conseguido someternos de una forma en que ya ni somos conscientes de ello.

No me crees? Ejemplos:

En estos días ha ocurrido un fenómeno, rarísimo por estos pagos, en el que miles de personas se alzaron, calientes, contra el Estado y, aunque no lo realizan expresamente, reinvindican que lo de ellos, es decir lo privado, tiene que ser respetado por lo público, por el Estado.

Si esta reacción hubiera venido de un sector político, la contra habría sido inmediata y letal: neoliberales, egoístas, fanáticos de la motosierra… etc. Pero los embroncados trabajan el campo, (son "productores"), con lo cual: ojo, hay que medir mejor el contrataque.

No funcionaron las reacciones instintivas, viscerales: "andan en 4 x 4", "convocados por Twitter", etc. Pero mejor anduvo la siguiente trinchera: "ojo con el gasto social". "No se lo puede tocar". Funcionó: mismo en el punto más álgido de la calentura los "auto convocados" hicieron genuflexión ante la verdad al revés.

Porque, qué es en definitiva el "gasto social", (y no te digo nada la "inversión social")?

En el actual panteón ideológico Yorugua, gasto social es todo aquello que un gobierno de izquierda dice que es. Dice que la educación es inversión social sólo si es pública, que la jubilación de un militar es diferente a la de los civiles, que los miles de funcionarios relacionados con actividades como la salud, la educación, la vivienda y que sé yo qué más, son gasto social… y otra cantidad de falacias. Pero lo peor no está ahí. Lo peor está en que esa vaca sagrada llamada "gasto social", sólo lo es para el contribuyente. Quien debe arrodillarse y sacrificar en su altar sólo es el ponga. A nadie parece habérsele ocurrido que, si hay algo tan único, tan alto, tan fundamental, tiene que haber un nivel único, altísimo y super fundamental de exigencia hacia quienes manejan ese gasto social.

Cuando ocurre que pierde la paciencia el que está bancando ese "gasto" o "inversión", quien debería sentir responsabilidad, preocupación y hasta vergüenza, es el encargado de cumplir con los sagrados deberes de estar gestionando la plata de otros -que no les sobra, contrario a otra parte del folklore ideológico.

Antes que ser la obligación de los contribuyentes que, según la izquierda, hay que cumplir sin chistar, es la de los funcionarios, políticos y no políticos -también los sindicalizados. Antes de decirme que tengo que seguir poniendo, mostrame el celo con que gastás mi plata y convenceme por los resultados que estás consiguiendo.

Adorna el argumento del "gasto social" aquél otro que compara el volumen del gasto público uruguayo con el de países europeos. Mejor comparemos el retorno que se da en uno y otro caso: impuestos suecos para servicios haitianos, no va.

El establishment educativo estatal consiguió grabar en piedra que debe recibir dinero por un determinado porcentaje del producto. Y todo el mundo boca abajo. En cualquier otro camino de la vida, se empieza por la otra punta: por justificar lo que se pretende hacer y sólo después por cuantificarlo.

Así, en este mundo del revés, nos hablan de cosas extrañas, como el "sacrificio fiscal", con tanto éxito que ya ni mosqueamos. No existe tal cosa como un sacrificio fiscal. El fisco no sacrifica nada. Porque nada es de su propiedad. Todo viene de la gente, de los "privados" (y a ellos debe volver).

Nos hemos convertido en una sociedad vergonzante, que no se anima a exigir. Que se somete a las exacciones del Estado sin patalear por la falta de retorno.

El Estado no tiene sentido si no está al servicio de la sociedad. El funcionario público es un servidor público, ( lo que nada tiene de malo: yo soy un servidor privado), y el gasto social no es algo sagrado al que los contribuyentes deban sometimiento y alabanza. Es algo que los servidores públicos deben respetar, venerar y rendirnos cuentas de cómo usan nuestra plata para cumplir tan sagrada obligación.

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