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¡Estamos salvados!

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Dentro de la lista de viejos problemas que arrastra nuestro querido Uruguay, la falta de competitividad ocupa un lugar prominente. Hace años que nos cuesta alcanzar buenos niveles de calidad y costos razonables, ya no sólo para soñar con colocar productos elaborados en el exterior, sino también para compararnos favorablemente con otros destinos turísticos o de prestación de servicios. Solemos ser caros y no muy eficientes.

Dentro de la lista de viejos problemas que arrastra nuestro querido Uruguay, la falta de competitividad ocupa un lugar prominente. Hace años que nos cuesta alcanzar buenos niveles de calidad y costos razonables, ya no sólo para soñar con colocar productos elaborados en el exterior, sino también para compararnos favorablemente con otros destinos turísticos o de prestación de servicios. Solemos ser caros y no muy eficientes.

De cuando en vez, el resto del mundo pega un tropezón y ahí nosotros nos ponemos los patines, pero son veranillos que, a excepción del último, no duran mucho.

Todo eso va a cambiar.

Porque el gobierno lo va a hacer cambiar.

Porque se ha dado cuenta que lo que faltaba, lo que ha faltado siempre, es una buena ley. Increíble como nadie lo vio antes.

Ahora, todo será distinto. Ríanse de Singapur, tiemblen chinos, tailandeses y coreanos. Se viene Uruguay con todo. Seremos el país más competitivo del mundo.

¿No me creen? Escuchen lo que dice el gobierno: “…en general, Uruguay cuenta con las instituciones adecuadas para perseguir el objetivo del incremento sostenido de la productividad. De lo que se trata ahora es de obtener una mayor rentabilidad de los recursos asignados…” Y cómo se consigue eso? Pues manejando, con fruición, sin machetear, pletóricamente, aquellos recursos que la izquierda vernácula maneja mejor: los adjetivos y los adverbios. A una ley bien cargadita de calificativos no hay con qué darle.

¡Se viene el SISTEMA NACIONAL DE COMPETITIVIDAD!

Va a “… promover la mejora de la competitividad sistemática y la transformación productiva de acuerdo con los objetivos de la estrategia de desarrollo… De este modo se procura un abordaje integral de una temática amplia y compleja, basada en la coordinación y articulación interinstitucional, encabezada por un único gabinete ministerial, acompañado de una secretaría de naturaleza transversal”. Obvio; y pongan especial atención en lo de la transversalidad, que es algo vital (algo así como la conectividad, pero más importante).

¿Y eso cómo se consigue? Fácil: creando el Sistema Nacional de Competitividad. Por ley, obviamente. Hecha la ley, hecha la realidad. El SNC va a “promover la mejora de la competitividad sistémica (que no es cualquier competitividad) y la transformación productiva, de acuerdo con los objetivos de la estrategia de desarrollo económico productivo, con sustentabilidad, equidad social y equilibrio ambiental y territorial”. Tomá.

Todo ello a partir de una entidad concebida pensando en las máximas eficacia y eficiencia: una troupe de diez organismos, a su vez dirigidos por unas veinticinco personas (como mínimo: si no se ponen muy transversales).

Hay carreras universitarias dirigidas al desarrollo de la eficiencia, base de la productividad de una economía, sin lo cual es quimérico pretender competir y hay miles de libros escritos al respecto. Pura pérdida de tiempo.

En el Uruguay todo se va a conseguir a partir de un engendro integrado por:

-El Gabinete Ministerial de competitividad y los Ministerios respectivos (ponele siete personas).

-La Secretaría de Competitividad (para empezar, uno).

-La Agencia Nacional de Desarrollo Económico y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (mínimo 5 o 6).

-El Instituto de Promoción de las Exportaciones de Bienes y Servicios e Imagen” (pongan atención a lo último: es absolutamente fundamental y son 3 personas más)

-El Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (5 fulanos, hace años que existe y no ha hecho absolutamente nada).

-El Instituto Nacional del Cooperativismo (por supuesto).

-La Corporación Nacional para el Desarrollo (3 más).

-El Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático (¡?).

-El Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria.

No bajarán de una treintena. Máxime que se comieron a la UdelaR (que ya pateó) y las Pymes (¡¿cómo pudieron hacer eso?!).

Eso y mucho más contiene el proyecto de ley enviado al Parlamento.

Qué triste papel.

No es con estos delirios voluntaristas que vamos a dejar de ser caros, lentos y poco eficientes. Nuestros costos internos están fundiendo a buena parte del sector agropecuario, a la construcción, a la industria manufacturera, a la hotelería… etc., con contundente transversalidad. El combustible más caro del mundo, mano de obra cara y encarecida más por cargas sociales inviables en un país no desarrollado, bajos niveles de capitalización humana y un Estado que persiste en abarcar siempre más, haciendo siempre las cosas peor.

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Ignacio De Posadas

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