Publicidad

Reforma del ’96: el balotaje

Compartir esta noticia
SEGUIR
IGNACIO DE POSADAS
Introduzca el texto aquí

Es la última de las grandes reformas en materia electoral. Los argumentos oficiales en su favor se centran sobre la gobernabilidad, basados en dos aspectos.

1° - Que al tener que decidir entre dos candidatos, el electorado termina dando apoyo masivo al ganador y de esa forma lo fortalece políticamente para gobernar. Reduce la magnitud de la típica reacción del elector perdidoso: “yo no lo voté, no tengo nada que ver con este gobierno”.

2° - En segundo lugar, el balotaje obliga o, al menos empuja, a armar coaliciones de gobierno antes de la segunda vuelta y no, como en el régimen anterior, después de ocurrida la elección. Lo cual también favorece la estabilidad del gobierno, ya que los pactos anteriores a la última votación significan un compromiso con los electores, cosa que no ocurre con las coaliciones poselectorales.

Había también otros objetivos, que no se hicieron públicos, pero que estaban muy presentes en los liderazgos de los partidos fundacionales, principalmente del Partido Colorado:

1. Atajar al Frente, que venía creciendo elección tras elección y que, de perdurar el sistema anterior, bien podía ganar la del 2000.

2. El argumento de Luis Eduardo González: si el viejo sistema efectivamente tiraba hacia el bipartidismo, con el Frente creciendo, uno de los otros dos partidos la iba a quedar y el temor en los colorados, encabezados por Sanguinetti, era que el desgaste producido por el gobierno hiciese que la víctima fuera el Partido Colorado. Con un sistema en el que se pudiera votar a parlamento en la primera vuelta y no a ganador presidencial, el tercero tenía chances de justificar su existencia y sobrevivir.

Irónicamente, lo que ocurrió en este aspecto fue bastante sorpresivo. Ya lo veremos.

Pero antes, reparemos en los argumentos contrarios a la modificación:

1. El mecanismo tiende a diluir al extremo las propuestas políticas. El candidato, primero tiene que contemporizar con la mayoría de su partido y después, encima, con la del electorado total. Difícil que se la juegue con propuestas muy renovadoras, aun si la realidad lo exigiera.

2. Torna árbitro de la elección al tercer partido (cuando la cuenta requiere de solo uno más para alcanzar la mayoría). Como que el perdidoso termina sacando un premio mayor al merecido.

3. Contribuye -junto con las elecciones municipales separadas- a erosionar lealtades partidarias: en el balotaje se suelen votar candidatos y coaliciones, no partidos.

4. Por último, se aducía que el sistema fortalecía la figura del candidato por sobre el partido, permitiendo que nacieran “tentaciones terristas”.

Pues bien, los efectos de esta modificación han resultado algo sorprendentes.

Sí es cierto que se dan los tres primeros fenómenos listados más arriba y todo indica que se trata de factores que van encadenados al sistema, aunque no se den con igual nitidez en todas las elecciones.

Quizás en esto, como en otros factores del sistema en su conjunto, el fenómeno del Frente Amplio, sobre todo en las tres elecciones que ganó, rompió las previsiones.

Para empezar, las elecciones las ganó por mayoría, sin necesidad de hacer acuerdos extrapartidarios. El fenómeno de “domesticación” de las propuestas, que sí ocurrió, se generó por exigencias político-electorales internas del propio Frente y, sobre todo, por el contacto del voluntarismo con la realidad.

Tampoco le ocurrió el fenómeno de erosión de lealtades partidarias, como sí se manifestó por ejemplo en el Partido Colorado y ello por la particular estructura del Frente, al ser un partido de partidos. El tema podría no estar zanjado en forma definitiva luego de la reciente derrota electoral del Frente, que está haciendo crujir algunas de sus estructuras.

La esperanza de que el balotaje diera vida a los partidos sin chance de entrar en la segunda vuelta ha tenido una performance extraña. Para empezar, en la elección del 2000, lo que Sanguinetti temía no ocurrió, el Partido Colorado quedó segundo y pasó a ganar el balotaje, siendo derrotado el Partido Nacional. Al revés de lo esperado.

Pero luego, en las tres elecciones siguientes, fue evidente que la gente no internalizó el cambio y siguió votando en primera vuelta como si fuera la única, agudizando un fenómeno de decadencia del Partido Colorado.

Parece válido concluir que la influencia del sistema electoral en los partidos es mayor cuando estos tienen sostenes culturales o ideológicos más débiles.

Para terminar: en el arranque de esta serie enumeré las esperanzas que se pusieron en los cambios electorales:

Esperanzas: 1) más transparencia para el elector, 2) más democracia partidaria, 3) mayor coherencia y disciplina en los partidos, 4) mayor gobernabilidad.

Resultados: 1) se cumplió. Hoy tiene un amplio espectro de opciones; 2) se cumplió; 3) ídem, al menos en el Partido Nacional; 4) por las características del Frente, esto se va a poner a prueba recién ahora.

Quizás las mayores incógnitas del nuevo sistema estén en sus efectos sobre las propuestas, cuando es necesario tomar medidas duras y sobre la fortaleza y organización de los partidos políticos. Veremos

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumIgnacio De Posadas

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad