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Pascua de resurrección

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Pilar fundamental para la fe de los cristianos. ¿Qué interés puede tener para quienes no lo son?

Pilar fundamental para la fe de los cristianos. ¿Qué interés puede tener para quienes no lo son?

Parecería que muy poco, a estar por la experiencia práctica: en nuestro país vivimos más en clave de semana de Turismo (criolla, ciclista o hasta de la cerveza), que de Semana Santa.

Sin embargo, no es mal negocio pararse un minuto a reflexionar sobre este fenómeno.

Porque no es apenas un fenómeno de fe, que solo puede interesar a aquellos que la tienen. De fe se trata, sin duda, pero también de realidad y es por ahí que puede empezar la reflexión. Toda persona inteligente sabe que no se puede ignorar la realidad sin costo.

La vida de Jesucristo de Nazaret es realidad: una realidad histórica. Como son realidad los evangelios, las crónicas de esa vida, que entrelazan fe e historia. Se podrá compartir o no todo lo que el relato tiene de creencia en la divinidad de Cristo, en el misterio maravilloso de Dios que viene a los hombres, llamándolos sus hijos, pero es una realidad que esa fe existe y que la compartieron y comparten por dos milenios, miles de millones de hombres y mujeres. Tiene su “qué ver,” ¡quién puede dudarlo?

Quizás no creamos que la Iglesia es custodia del mensaje de Dios, pero eso no borra la realidad de que existe esa Iglesia, con su historia milenaria y su presencia gravitante en la vida de la humanidad.

La falta de fe no hace desaparecer esas (y otras), realidades.

Y, sin embargo, eso es precisamente lo que tantos pretendemos. Con qué frecuencia nos encontramos con personas que afirman: “yo no creo”, pensando que con esa decisión hacen desaparecer las realidades que encarnan la fe.

Suelen ser actos de voluntarismo que en realidad encubren una decisión: “Yo no quiero creer y basta con manifestarlo, contundentemente, para asegurar que nada de eso exista.”

Pero la realidad nos está mostrando que la cosa no es así de fácil: si Dios existe no depende de mi decisión y como no depende de ella, bueno es que la piense bien antes de tomarla.

Yo fui a un Colegio laico, pero que tenía la particularidad de entender el laicismo correctamente (excepcional, en un país que ha equiparado laicismo con exclusión). Así había espacios y tiempos, libres y voluntarios, para prácticas religiosas. Pero lo más interesante y lo que viene a cuento, es que esa visión del valor de la trascendencia en la educación de niños y jóvenes, provenía de una persona, el director de esa institución, que no creía.

Pero su incredulidad no era del tipo comentado.

Se trataba de un inglés, hombre excepcional, a quien tuve el privilegio de conocer y tratar bastante aún después de dejado el colegio y al que más de una vez le oí comentar que su falta de fe lo entristecía. Era perfectamente consciente de que la opción por creer forma parte de la realidad del ser humano y quería poder ejercerla, pero no le había sido posible. No creía porque no lo quisiera. Quería creer y no podía. Consideraba que la opción por la fe era una realidad superior para el ser humano que la vida agnóstica, sin fe. Sabía que negar voluntariamente no hacía desaparecer la realidad de aquella otra opinión, que él deseaba pero no había podido alcanzar.

Cada uno debe optar libremente. Pero cada uno debe también enfrentar la realidad de que su opción no fabrica el desenlace que él quiera.

Hay ahí, a nuestro alrededor, una realidad de fe, recogida en crónicas y custodiada a lo largo de muchos siglos, que habla de una dimensión superior y eterna de los seres humanos, comunicada por Dios y vivible en contacto permanente con Él.

Quizás no la podamos alcanzar, pero tonto sería no tomarnos un momento para reflexionar sobre ella. Y este tiempo que corre, hasta el Domingo de Pascua (o de Resurrección), es particularmente propicio. Para mirar un poco la realidad que viven los cristianos, disfrutando de la presencia de Cristo y de Su mensaje, de amor, perdón y paz.

“Vengan y vean” fue, más o menos, lo que Jesús le dijo a quienes sentían intriga por él y por sus enseñanzas. Nada de presión, ni de falsas promesas. Acérquense, vean y después resuelvan. Pero no resuelvan sobre lo que no conocen.

No es proselitismo. Apenas sentido común.

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Ignacio De Posadas

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