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El Papa y el capitalismo

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IGNACIO DE POSADAS
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En lo que, confieso y festejo, fue para mí una sorpresa, la Santa Sede informó que el Sto. Padre ha bendecido una iniciativa del llamado Council for Inclusive Capitalism.

Esta organización sin fines de lucro, está integrada por un número importante de grandes empresas, en su mayoría multinacionales, cuyo objetivo es hacer que el capitalismo no sea una fuerza negativa o dañina, tanto social como medio-ambientalmente.

El grupo de compañías representa un valor patrimonial total superior a los dos trillones de dólares, lo que da una idea de su relevancia e incluye un abanico muy amplio de actividades.

En las palabras de su fundadora, lady Lynn Forrester de Rothschild, se aproximaron al Sumo Pontífice en busca de “moral guidance”, para sus inquietudes.

La movida del Council es en respuesta al llamado que le efectuara el Papa hace un año: “Un capitalismo inclusivo que no deje a nadie de lado, que no descarte a ninguno de nuestros hermanos y hermanas, es una noble aspiración, merecedora de nuestros mejores esfuerzos”. Fue la admonición del Sto. Padre.

La especial preocupación del Papa por los pobres, enfatizando especialmente ese pilar del mensaje cristiano, ha marcado su pontificado desde el primer minuto, (ya con la elección de su nombre: Francisco, en honor al santo de los pobres).

También ha sido el de la pobreza tema recurrente en sus encíclicas y es con relación a este punto que el hecho de acoger y bendecir esta iniciativa del “mundo capitalista”, sorprende.

Por lo menos a cristianos ignorantes, como yo, que veíamos con preocupación los pronunciamientos muy críticos del Papa sobre el mercado y su funcionamiento.

Como en otras áreas de la vida en este mundo, la económica tiene sus imperfecciones que permiten al hombre, también imperfecto, ejercitar su libertad para el mal y no para el bien.

La experiencia a lo largo de siglos ha mostrado que el capitalismo, (en puridad el mercado, más que el capitalismo), es el mejor sistema para la creación de riqueza. Pero las mismas características que lo tipifican permiten y hasta favorecen muchas veces, que unos triunfen y avancen y que otros no lo logren.

De la misma forma que el capitalismo, dejado totalmente a sus instintos y arbitrios puede causar grandes daños, sociales y al planeta.

Ya en el siglo XIX, John Stuart Mill, economista de su tiempo y autor de un tratado nada menos que sobre la libertad, se inclinaba por diferenciar las actividades de distribución de las de producción, preservando para estas el criterio fundamental de la libertad, pero propiciando otros a la hora de contemplar el reparto de lo producido entre los seres humanos.

La preocupación es comprensible y compartible. No así la solución propuesta: el ejercicio de la libertad conlleva riesgos y muchas veces da malos resultados, pero su supresión da peores aún. Ya decía San Juan Pablo II: “… donde el interés individual es suprimido… queda sustituido por un oneroso y opresivo sistema de control burocrático que esteriliza toda iniciativa y creatividad. Cuando los hombres se creen en posesión del secreto de una organización social perfecta que haga imposible el mal, piensan también que pueden usar todos los medios … para realizarla. La política se convierte entonces en una religión secular, que cree ilusoriamente que puede construir el paraíso en este mundo”. (Centesimus Annus).

El Papa Francisco, claramente angustiado por las realidades de inequidad y sufrimiento que vive tanta gente, ha sido en sus encíclicas -a mi juicio- muy condenatorio de las realidades económicas, añorando la existencia de sistemas que fueran más perfectos.

Como le ocurriera a Stuart Mill y a tantos otros, la preocupación por el sufrimiento ajeno suele impulsar hacia posturas idealistas. Nuevamente, Juan Pablo II, en la encíclica citada, alerta al respecto: “La Iglesia no tiene modelos para proponer” (en materia económica). “Los modelos reales y verdaderamente eficaces pueden nacer solamente de las diversas situaciones históricas, gracias al esfuerzo de todos los responsables que afronten los problemas concretos en todos sus aspectos sociales, económicos, políticos y culturales, que se relacionan entre sí”.

Acoger la iniciativa del Council for Inclusive Capitalism parece denotar, no una claudicación ante el pecado de los hombres -eso jamás- sino la disposición a buscar caminos e instrumentos, inspirados en el mensaje de Cristo, para que esos mecanismos exitosos de producción material se traduzcan en mejores condiciones de vida para el mayor número posible de hermanos y hermanas.

En este rincón del mundo, donde se oye hablar tan livianamente del “Papa peronista” y donde sin ser tan zonzos, algunos abrigamos cierta disconformidad con las ideas económicas del Papa Francisco, viene bien conocer esta noticia, (que, esperemos, sea noticia).

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