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¿Nunca más inflación?

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ignacio de posadas
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Cuando me tocó el Ministerio, la medíamos a diario (lo cual era medio absurdo, pero nos obsesionaba).

Año y poco antes, había alcanzado el 110%. No hay peor castigo para una economía y, sobre todo para los pobres, que una inflación desbocada.

A la vez, bajarla implicaba medidas muy duras, sin ir más lejos en materia salarial.

Conseguimos reducirla a un tercio de lo que había sido, pero costó sangre, sudor y lágrimas.

Curiosamente, todavía no existía, al menos en la región y en nuestro país, la convicción de que la inflación era un cáncer. Recuerdo que, en reuniones que organicé con economistas de los distintos partidos, para procurar consensos, varios eran de la tesis que hasta un 50% no estaba tan mal. La inflación era vista como una herramienta fiscal aceptable.

Todos los países subdesarrollados convivían con ella, e incluso algunos desarrollados, como los EEUU y el Reino Unido, habían, en algún momento, bandeado los dos dígitos. Eran las épocas en que, cada tanto, se le sacaban varios ceros a la moneda (Argentina le volteó diez entre 1983 y 1991 y Brasil cambió seis veces su moneda -tan rápido que no alcanzaban a imprimir y “carimbaban” los billetes viejos).

En los ‘70, la media inflacionaria mundial rondaba el 10%. Hoy no debe alcanzar al 4.

Y eso que hemos vivido dos episodios con descomunales volúmenes de dinero volcados en las economías. Primero con la crisis financiera del 2008-9, en la que EEUU puso en práctica la “teoría del helicóptero” (lloviendo billetes) y ahora, con la pandemia, donde todas las economías -no sólo las desarrolladas- están inyectando cifras inimaginables de dinero.

Ni entonces, ni ahora, se ha movido la aguja. A pesar de eso que, entre otras cosas, ha llevado la deuda pública de los países ricos a superar el 120% de su PIB, las tasas de interés continúan por el piso.

¿Cómo se explica esto? ¿Cómo se explica por ejemplo, que Brasil, con un déficit fiscal superior al 9%, tenga una inflación del 4% y la Argentina, que viene haciendo todo mal, apenas pasa del 30%?

¿Dónde quedó Friedman y todo lo que nos predicaba el FMI (paspantemente)?

Han aparecido nuevas tesis para explicar el fenómeno inflacionario, más allá del monetarismo clásico (cantidad de dinero + velocidad de circulación).

Para algunos, las causas están en las expectativas de los agentes económicos, Cierto, (pero no es originario) y en el mercado laboral (nivel de desempleo). Otros atribuyen la baja inflación a la globalización: la mano de obra barata del sudeste asiático obliga a bajar costos e impide subir precios.

Entonces, ¿será que nunca más?

Piano, piano.

Ya hay economistas dando voces de alerta.

La segunda tanda de descomunales estímulos financieros no sólo es mayor que la primera (1/5 de todos los dólares en circulación ha sido creado este año), sino que su impacto es diferente: la primera fue destinada sustancialmente a los bancos, recuperando sus pérdidas y circuló muy poco en el mercado. Los actuales planes de estímulo están yendo directamente al mercado, como subsidios al desempleo y la seguridad social. Al mismo tiempo, los niveles de crédito al consumo han crecido significativamente.

Por otro lado, la pandemia viene generando una represión del consumo. Se especula que, cuando afloje el fenómeno, puede sobrevenir un boom de compras.

En tercer lugar, muchos países que ya están con déficits fiscales, los agravarán por efecto del envejecimiento de sus poblaciones, que se traduce en mayores gastos de salud y pasividades. Todos sabemos lo difícil que es reducir déficits.

Cuarto: hay una movida general anti-globalización (no sólo Trump), que posiblemente mitigue el efecto depresivo sobre muchos precios.

Finalmente, la inflación del pasado es algo de lo cual ya casi nadie se acuerda. Como está ocurriendo con el COVID, la gente le perdió el miedo y eso hace que los políticos, a su vez, no le tengan tanto temor a las medidas (o a la ausencia de) relativas al fenómeno. ¡A quién se le puede ocurrir hoy que un pobre desgraciado, en el tercer piso de Colonia y Paraguay, revisara todos los días los índices de precios!

En suma, ojo al piojo: la inflación no está muerta, apenas duerme.

¿Y por casa?

Quedó por debajo del 10%, número medio mágico. Mejor, pero igual no es buena cosa. El gobierno lo sabe y, correctamente, se ha comprometido a bajarla. El mercado le cree: los pronósticos coinciden en que bajará. Así debe ser.

El problema está en que para ello es necesaria una política salarial restrictiva. Difícil. Sobre todo por la pérdida del miedo a la inflación de que hablaba. La resistencia, sindical y política a una caída del salario real ya está anunciada.

No hay que dejar solo al gobierno en esa faena.

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