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Entender la globalización

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No es la primera vez que el mundo vive un fenómeno de globalización. La anterior ocurrió en el Siglo XIX y su motor fue el abaratamiento del transporte de bienes. Acercó y agrandó mercados, impulsando mayores volúmenes de producción e industrialización, de innovación, consumo y crecimiento económico.

Todo se dio en el hemisferio Norte y creó un abismo económico, social, (y también político), entre un Norte rico y poderoso y un Sur pobre y dependiente. El lema de esa globalización era “ventajas comparativas” entre naciones y la fórmula: comercio, concentración e innovación.

La actual globalización tiene motores diferentes y, por ello, efectos distintos.

Nace fundamentalmente por el abaratamiento y el desarrollo en la producción y el intercambio de información, comunicaciones y tecnología (ICT). Como su antecesor, éste también se originó en el Norte, pero “disparó” al Sur: permitió desagregar actividades de producción y distribución y desplazarlas a países con menores costos. La revolución ICT bajó los costos de coordinación de procesos industriales complejos a larga distancia, al tiempo que permitió mantener controles de calidad. Con eso las empresas encontraron un formidable guille para competir, rompiendo el paradigma clásico de las ventajas comparativas (industrial-nacional): alta tecnología, con bajos salarios y calidad controlada, con lo cual consiguen insertar en las cadenas de producción componentes fabricados en países de costos bajos.

Como resultado, 1/5 del valor agregado industrial mundial, se desplazó del Norte al Sur .

Este fenómeno novedoso, está preñado de consecuencias. Para el Norte y para el Sur; para sus actores y sus espectadores. Hoy veremos algunas:

1) Cambió el concepto clásico de ventajas comparativas. Desde David Ricardo, el punto era detectar lo que un país hacía mejor: “produce what you do best, and import the rest”. Hoy, el auto alemán o el iphone americano, tienen tripas de varios orígenes. La marca viene del pasado, pero el producto ya no será totalmente made in Germany, the USA o Japan, aunque continuará identificándose como alemán, americano o japonés.

En la realidad anterior, la libertad de comercio producía más ganadores que perdedores. Hoy, la cosa no está tan clara. Un país puede encontrarse con que pierde actividades en beneficio de naciones subdesarrollados que no estaban en su radar de competidores.

2) Eso, que prima facie parece una pérdida, puede convertirse en un boomerang a la hora de querer reaccionar contra el fenómeno: pretender volver al statu quo ante haría perder fortunas a las empresas que aumentaron su eficiencia desplazando actividades. Como ya lo está empezando a percibir el señor Trump, con el despatarre de Wall Street luego de su guapeada tarifaria. Tras cartón, también aprenderá que su gobierno perderá recaudación tributaria.

3) El tercer carácter diferencial es que el comercio de esta globalización se caracteriza por el énfasis en partes y componentes, (ya no productos terminados), y por el crecimiento de actividades de servicios, requeridas por la coordinación y el funcionamiento de producciones desagregadas: internet, servicios de infraestructura, traslado de partes, storage, financiamiento del comercio intracompany… etc. La distribución del valor agregado en la manufactura de bienes se está desplazando hacia servicios vinculados al proceso industrial. Introduce un cambio adicional: la competitividad de un país pasará a depender cada vez más de su disponibilidad de servicios de calidad a precios razonables, (Uruguay, pará la oreja).

4) El fenómeno de fábricas que “cruzan fronteras” no es nuevo. Lo nuevo es que se produce ya no N-N, sino del mundo desarrollado al Sur. Hay una masiva asimetría en el flujo de conocimiento que antes se circunscribía al Norte (y confirmaba su superioridad).

5) Cambió el juego de ganadores y perdedores, tanto a nivel naciones (en términos relativos), como dentro de cada “campo”. A diferencia de la globalización anterior, que agrandó enormemente la brecha entre Norte y Sur, ésta ha tendido a achicarla para el caso de aquellos países que la están aprovechando y dentro de los “campos”, el fenómeno ha significado pérdidas para sectores de trabajadores del Norte y ganancias para gran cantidad de trabajadores del Sur. En términos de repercusiones políticas, los impactos mayores se han dado en los países desarrollados, a nivel del trabajo industrial.

Las empresas que desplazan tecnología no pierden, por el contrario, siguen siendo los dueños del know how y de las marcas.

En los países subdesarrollados, la transferencia de tecnología hace más productivo el trabajo no especializado, elevando los salarios y los niveles de consumo. Esto, a su vez, derrama sobre terceros espectadores, como bien sabemos por el aumento en el precio de los commodities, fruto del mayor poder de compra y las necesidades de consumo de países como China.

Los perdedores son los trabajadores del Norte con baja especialización. Los trabajadores altamente especializados y los no especializados (menos), no ven afectada su situación.

Con frecuencia este fenómeno se entrevera con el de la inmigración, que es algo de naturaleza totalmente distinta, potenciando reacciones populistas y aislacionistas. (Continuará).

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