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Desigualdad y globalización

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Ignacio De Posadas
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Qué desigualdad? La discusión no refiere a la igualdad ante la ley o de esencia. La mano viene de postular una igualdad material.

Entonces, la igualdad material: A) ¿es buena? No necesariamente. Estar iguales en la desgracia es consuelo de tontos y estar disconforme por compararme continuamente es desconsuelo de tontos. B) ¿Es posible? Como punto de llegada, claramente no. ¿Y como meta? Tampoco: todos somos diferentes, por lo cual ir contra natura no puede dar buenos resultados.

Primera conclusión: no confundir igualar con mejorar.

Lo que lleva a la última pregunta de esta trilogía: si la igualdad material no es posible, ¿imponerla es bueno o malo? Pésimo. Como cualquier pretensión irreal, producirá frustración y violencia.

Sigamos: no confundir desigualdad con pobreza. Quizás Suiza tenga una brecha entre ricos y pobres mayor que el Uruguay, pero sus pobres no son como los nuestros.

Otra: una cosa es que el mundo esté más desigual y otra que esté más pobre. Un estudio reciente del Banco Mundial confirma que no lo está: la pobreza ha retrocedido sustancialmente.

Vayamos al tema en boga: se habla mucho sobre un aumento de la desigualdad en el mundo. Despejemos: hay que distinguir desigualdad entre quiénes. 1) La evidencia histórica muestra que la desigualdad entre naciones ha disminuido. 2) Esa misma evidencia nos dice que, en términos generales, el crecimiento económico ha producido una reducción del porcentaje de pobres en el mundo, (lo que no es igual a su reducción numérica). 3) Al mismo tiempo, se da un fenómeno de creciente desigualdad dentro de ciertos países, principalmente desarrollados.

¿Cuáles son las causas de ese aumento de la desigualdad en distintos países? Las hay diversas, algunas discutidas y muchas apuntan a la globalización:

1) Esta comprende el desplazamiento de actividades hacia sociedades más competitivas, con consecuencias negativas para las primeras y positivas para las receptoras. 2) Estamos viviendo un fenómeno de cambios tecnológicos superiores a la media rutinaria y eso produce, (históricamente), adaptados y no adaptados. Entre estos se encuentran los trabajadores no calificados de los países desarrollados. 3) La rentabilidad del trabajo no ha crecido en la media como lo ha hecho el retorno sobre el capital. Esto es producto fundamentalmente del cambio tecnológico, (forzado muchas veces por los aumentos excesivos en la remuneración del trabajo y su rigidez normativa). Juegan también aspectos tributarios, (el capital tiene pies más rápidos que el trabajo) y financieros. Fenómenos estos que, al heredarse de una generación a otra, van potenciándose.

No puede esconderse que estos factores tienen su cuna en el mercado. Pero el fenómeno de la desigualdad es más complejo y no se curará abandonando o maniatando al mercado.

Al mismo tiempo, es imposible no preguntarse si no hay una contraposición entre desigualdad y eficiencia, que torna contraproducentes muchos de los remedios forzados que se proponen para combatir aquella.

Una sociedad con desigualdades flagrantes, aparte de ofender la sensibilidad, produce disfuncionalidades desde el punto de vista económico y, sobre todo nutre problemas hacia el futuro. Pero eso no quita que las acciones que se proponen para reducir la desigualdad suelen conllevar efectos económicos negativos.

Entonces, ¿qué se puede hacer para reducir la desigualdad, sin que el remedio sea peor que la enfermedad?

1) Las imperfecciones del mercado de crédito: en general el crédito no es una función de una necesidad económica con potencial. 2) Algo similar ocurre con la educación: los que más la precisan suelen tener pocas chances de recibirla. 3) Más discutibles: A) Impuestos (directos y progresivos): para empezar, el impuesto no siempre lo paga quien la ley dice. En la realidad lo termina pagando quien no puede trasladarlo. Además, todo impuesto produce efectos económicos colaterales. B) ¿Intervenir en los mercados para regular o redireccionar ganancias? Las consecuencias suelen ser más negativas que los argumentos a favor. C) ¿El proteccionismo? Obvio para Trump, pero para casi nadie más. Aún si en el corto plazo produce algunos de los efectos deseados en cuanto a empleo, salarios y sobrevivencia económica, con el tiempo los resultados son casi unánimemente negativos: ineficiencia, encarecimiento, reducción del comercio, retaliaciones. etc.

Y a todo esto: ¿cuál es nuestra realidad? ¿Aumentó la desigualdad? ¿La pobreza? Históricamente hemos sido una sociedad con reducida desigualdad y bajos niveles de pobreza. Esa realidad cambió relativamente a comienzos de siglo, como consecuencia de una crisis económica y está en proceso de retomar su cauce histórico. Pero es igualmente cierto que muchas de las fuerzas que operan en pro de reducir la desigualdad también reducen los incentivos para producir, crecer y mejorar.

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