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Cuaresma y cuarentena

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IGNACIO DE POSADAS 
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Aunque no todos serán plenamente conscientes de ello, las dos están discurriendo en paralelo. Es decir, todos tenemos muy presente la cuarentena , al tiempo quemuchos también viven la cuaresma.

Cuaresma y cuarentena tienen algunas similitudes: el número de días, para empezar por lo más obvio, (y adjetivo), pero también otras cosas.

Las dos llevan implícito un contenido humano de disciplina. Disciplina externa en la cuarentena, imponiendo límites y hábitos que eviten o limiten el contagio; disciplina también, de alguna forma, en la cuaresma, con su llamado a intensificar la oración y la caridad, a la vez de alivianar el peso del cuerpo sobre el espíritu, por medio de la penitencia, (siempre un medio, jamás un fin en sí mismo).

Similitudes se dan también en la existencia de privaciones y la presencia de sufrimientos. Los tiempos de cuarentena son para muchos tiempos de sufrimiento: directo y concreto en mi, o a través de la angustia y la incertidumbre que produce la pandemia. La cuaresma es también un tiempo en el que el cristiano enfoca muy especialmente el sufrimiento del Señor y en él las durezas de la vida que padecen tantos hermanos, lo que constituye su sentido.

Ambas, cuarentena y cuaresma, son un medio para un fin y así debemos ubicarlos en nuestras vidas, para no quedarnos a mitad del camino.
Quizás ambas son similares también en que inducen a la reflexión. La cuaresma, porque ésa es en parte su razón de ser y su contenido. La cuarentena, porque nos para a la fuerza la música del carrousel y no tenemos más remedio que bajarnos y sentarnos hasta que retome.

Hasta aquí las similitudes. Pasemos a las diferencias, que es donde están las enseñanzas trascendentales.

La primer gran diferencia está en que la cuarentena es obligatoria, algo impuesto, que ni elegimos, ni podemos evitar. La cuaresma, en cambio, es en su esencia libre. Es una invitación a recorrer, con Cristo, Hijo de Dios, el camino que El eligió, también libremente, para abrazar a todos los hombres y así ayudarlos a cambiar el trillo, a poner sus pies en otro camino, que no es circular como el carrousel, sino lineal, con Dios como foco y destino. Sin embargo, debemos reconocer que no todos encaramos la cuaresma así. Para muchos es un acto de temor, de miedo al castigo divino y ya se sabe que el miedo desaloja a la libertad: la cuaresma no debe ser una cuarentena, (ahora, ésta sí puede transformarse en una cuaresma).

La cuaresma es también una oportunidad que la Iglesia nos pone por delante anualmente, para cortar la música y bajarnos un rato del carrousel.

En la misma línea, mientras que la cuarentena es una defensa, un atrincherarme, la cuaresma es una búsqueda. La liturgia de estos días nos trae recurrentemente episodios de la travesía del pueblo de Israel, bajo el liderazgo de Moisés, escapando de la esclavitud de Egipto y buscando, a través del desierto, la tierra prometida. El Exodo es como la película de nuestras vidas: debilidades, rebeldías, correr tras ídolos truchos, renegar de Dios… Nos cuenta, por un lado, que no somos originales en nuestras miserias y debilidades, pero, por otro y lo más importante: que se puede, que a cada tropiezo y a cada renuncio, cuando levanto la vista veo una mano tendida, (“Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos” dice el Señor) –lo parió, dijo Mendietta!)

Pero hay una diferencia aún mayor, más fundamental, entre la cuaresma y la cuarentena.

Las dos tienen por finalidad zafar de la muerte. Pero no de la misma muerte. La muerte que tememos en la cuarentena no da sentido a nuestra vida. Al revés, se lo quita.

Mientras que la cuaresma es el camino para una vida que da sentido a la muerte, ubicándola como un pasaje hacia una luz más brillante y eterna.
No como el apagón final y definitivo de mi carrousel.

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