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Responsabilidad o muerte

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hugo burel
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En un país en el que no existe la filosofía porque no hay filósofos -que me perdonen por la generalización los pocos que lo son- es lógico que la propuesta del presidente y el gobierno de ejercer la “libertad responsable” despertara malentendidos y polémicas.

Una idea clara y simple como esa debió tener la unánime aceptación ciudadana y también política. Sin embargo fue objeto de reparos y dudas y hasta se le llegó a preguntar al Dr. Lacalle Pou, en una conferencia de prensa, si esa libertad responsable había fracasado. El presidente respondió con otra propuesta simple y clara: “si fracasa la libertad responsable, fracasa la humanidad”. Filosofía pura en medio de una realidad comprometida por la pandemia y por las dificultades para pensar con claridad.

¿Es tan difícil entender esa consigna tan elemental? Aparentemente sí, porque además se la interpreta -cuando no- desde un punto de vista político, inmediato y quizá banal. Muchos han tomado la idea como un simple eslogan del gobierno o un consejo de los tantos que han sido desoídos por la gente, es decir, la ciudadanía a la que va dirigida.

Yo no creo que los uruguayos seamos tan duros de entendederas para no comprender que el sentido de Libertad Responsable remite al Libertad o Muerte de la bandera de los 33 Orientales, nacido hace casi doscientos años. Y de esta comparación, que reivindica el sentido que la libertad tuvo y tiene para nuestro pueblo -defendida con la vida- surge una síntesis que debería imponerse a fuego en el animo de la gente: “Responsabilidad o Muerte”.

Esa responsabilidad se le debe exigir a aquellos que se niegan a vacunarse, a respetar el protocolo sanitario de manera escrupulosa, a mantener el aislamiento de burbuja, a circular con tapaboca, a cumplir con el distanciamiento, a no formar parte de aglomeraciones, a celebrar lo que sea con descuido del número de invitados, a compartir el mate o el pico de una botella de cerveza.

Tal vez haya que ir un poco más lejos y extender el alcance de estas reflexiones. No existe ningún antecedente en nuestra corta historia como nación independiente que se equipare a la situación que vivimos como país.

Creo que estamos en medio de una guerra planetaria contra un enemigo invisible que condiciona la existencia desde múltiples ángulos: la salud, la convivencia social, el trabajo, la educación, la economía y la intimidad afectiva y psicológica de las personas. Hay víctimas mortales como en toda guerra y también heridos que tardan en recuperarse.

Sé que a muchos la comparación bélica puede parecerles exagerada, pero con sinceridad pienso que es la que más se aproxima a lo que padecemos. Si se acepta esto hay que mirar la pandemia con la óptica de una nación agredida que demanda la unión de sus habitantes para enfrentar esa agresión.

Apelar al patriotismo en esta situación puede sonar a lugar común o a arenga de otros tiempos. El sentido de patria vinculado a la identidad histórica y a los hechos de su gesta fundacional se ha ido desvirtuando en Uruguay por un progresivo desapego a las fechas recordatorias. En la administración anterior hasta se pensó reducir a una sola, la del 19 de junio, natalicio de José Artigas. Esto trajo como consecuencia la pérdida del apego a evocar mojones históricos que por décadas fueron parte de la identidad ciudadana.

Recuerdo que una de las últimas veces que fui a un cine en feriado patrio me abochornó ver que casi la mitad de la concurrencia no se puso de pie cuando se difundió en la sala el himno nacional. También hemos visto que el amor por nuestra bandera y su exhibición afloran solamente cuando juega la selección uruguaya algún partido trascendente. Todo esto habla de que la pertenencia al colectivo país se ha canjeado por el cintillo político o los colores de un equipo de fútbol. Ni hablar de esa idea cada vez más utópica de la “Patria Grande”, cuando ni siquiera podemos ponernos de acuer-do para hacer funcionar el Mercosur.

Ante esta realidad, la libertad responsable ha sido incomprendida en su real dimensión porque la noción del bien común está prendida con alfileres en la gente. No es culpa del gobierno o de la comunicación que no nos cuidemos lo suficiente y no manejemos con responsabilidad la libertad. El emotivo spot publicitario con los 16 sobrevivientes de la Cordillera ha sido la única pieza de toda la campaña de la pandemia que apeló con claridad a un sentimiento de gesta colectiva. Pero lamentablemente ese grupo legendario nunca pudo identificarnos totalmente porque su hazaña, para mentes limitadas por el prejuicio, quedó vinculada a una clase social, a una educación y a un deporte considerado elitista.

No entiendo la razón por la cual en esa misma línea de apelar a figuras conocidas y populares, nuestros futbolistas consagrados del exterior, las figuras de la música o los artistas de diversas artes no han sido convocados para la difusión de mensajes motivadores que alienten a la gente en la lucha diaria. ¿Por qué no están Suárez, Cavani, Natalia Oreiro o Ruben Rada?

Ejercer la libertad responsable es un imperativo categórico para la sociedad si se aspira a superar las casi 60 muertes de promedio diario que estamos padeciendo. Pedir más restricciones a la circulación o postergar la presencialidad en las aulas es hacerse trampas al solitario. Si la gente no participa y se involucra -toda la gente- lo que colapsará será el éxito de la vacunación, como ya fue advertido por el GACH. La consigna es Responsabilidad o Muerte. Bien clara y concisa. Porque las cifras nos están dando como en la guerra.

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