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Historia y pandemias

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hugo burel
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En medio del fragor de la lucha contra el Covid y las exigencias del dramático presente que vivimos, se pierde perspectiva de la incidencia que la pandemia puede tener en el largo plazo.

Inclusive, el debate sobre el origen del virus reedita lo que ha sucedido a lo largo de la historia con flagelos similares que han sacudido a la civilización y provocado cambios decisivos en la humanidad. Esto, sin considerar la real eficacia que tienen y tendrán las vacunas en un escenario que se parece más a una guerra comercial que a un esfuerzo científico mancomunado para combatir el virus. Este cronista cree que en esta circunstancia estamos sometidos a un gran experimento. Voy a referirme sucintamente a pandemias anteriores para entender el riesgo actual y sus consecuencias.

En la llamada Peste Negra, la pandemia que afectó a Eurasia durante el siglo XIV, su agente transmisor fueron pulgas transportadas por ratas. Se supone que la epidemia surgió en Asia central, desde donde pasó a ciudades italianas como Génova, que se caracterizaba por una gran actividad marítima, y de ahí a toda Europa para acabar con casi la mitad de la población europea. El cálculo, con proyecciones actuales, se estima entre 75 y 200 millones de muertos. Su máxima mortandad se produjo entre 1347 y 1353.

Las consecuencias sociales de la Peste Negra llegaron muy lejos; se acusó a los judíos de ser los causantes de la epidemia que se extendió por la intoxicación y el envenenamiento de pozos. A causa de ello, en muchos lugares de Europa se iniciaron pogromos judíos y la extinción local de sus comunidades. Pese a que líderes espirituales y seculares se opusieron a esta situación, el vacío de autoridad producto de la agitación social -consecuencia de la gravedad de la epidemia- les impidió a los defensores tener éxito. Pero estaba claro que los judíos eran inocentes.

Se dice que la peste finalmente fue benéfica porque aceleró el comienzo del Renacimiento y la humanidad dio un salto cualitativo y cuantitativo decisivo, con avances científicos, artísticos e intelectuales trascendentes. Los humanos dejaron de pensar exclusivamente en el más allá religioso y miraron al hombre y su entorno con un sentido realista y material. El descubrimiento de la perspectiva en la pintura simbolizó una nueva mirada en la que distancias y volúmenes se apreciaron como eran y no como los imaginaban. El “hombre de Vitruvio”, dibujado por Leonardo Da Vinci, sintetiza el ingreso a lo racional y el descubrimiento de las proporciones del cuerpo humano como expresión de armonía ligada a lo universal. Pero el precio de estas transformaciones fue alto.

Hace un siglo, la pandemia de gripe que cobró entre 25 y 50 millones de vidas fue todo menos “Española”. Según el estupendo testimonio de Laura Spinney en su libro “El jinete pálido”, la mañana del 4 de marzo de 1918, Albert Gitchell, un cocinero del campamento militar de Funston, en Kansas, acudió a la enfermería con irritación de garganta, fiebre y dolor de cabeza. Para la hora del almuerzo, la enfermería ya trataba más de un centenar de casos similares y, en las semanas siguientes, enfermaron tantos, que el oficial médico en jefe del campamento requisó un hangar para acomodarlos a todos.

Es posible que Gitchell no fuera la primera persona que contrajo la gripe “española”. Sin embargo, su caso fue uno de los primeros que se registró oficialmente. Desde 1918, y hasta nuestros días, se ha especulado sobre dónde comenzó realmente la pandemia. Hoy existe cierto consenso de que la gripe fue el resultado de la mutación de una cepa aviar originaria de China, y está claro que el virus se globalizó gracias al masivo y rápido movimiento de tropas por todo el mundo debido a la I Guerra Mundial.

Al declararse España neutral durante el conflicto mundial, los medios de comunicación y la prensa seguían informando, al contrario de lo que sucedía en otros países europeos o en EE.UU. donde se imponía la censura. Cuando se empezaron a contabilizar las primeras muertes por esta gripe en España, todos los periódicos informaron sobre este nuevo virus, su peligrosidad y su rápida expansión.

El resto de países, en plena contienda, no quisieron hacer pública esta situación para no generar una alarma social que pudiera debilitarles. Por esta razón, se denominó gripe española ya que España era la única nación que informaba sobre la epidemia. Como en la actual, en esta pandemia la información y la verdad también fueron víctimas.

Desde el inicio de la actual pandemia, la República Popular China ha sido objeto de sospecha sobre su responsabilidad en el origen y difusión del Covid-19. Los posibles motivos que la sostienen son: el lugar en donde surge, Wuhan -capital de la provincia de Hubei- su mercado de animales salvajes vivos, el Instituto de Virología en donde se investiga precisamente sobre virus y el hecho comprobado de que China postergó en exceso el anuncio de la epidemia que allí se estaba padeciendo.

Esa sospecha también plantea si el surgimiento del SARS-Cov-2 (denominación correcta del virus) es producto del salto de animales a humanos o de un accidente de laboratorio. La hipótesis más extrema sugiere que el virus fue creado por científicos chinos sin que haya pruebas al respecto.

No obstante, los cambios que se avecinan o que ya se están produciendo en el mundo, confirman una vez más la incidencia de una peste en el decurso de la vida civilizada. Lo que se vive hoy podría ser el equivalente a la Peste Negra y la Gripe Española juntas, con el agravante que la extendida globalización -que hace un siglo también fue decisiva- la hace mucho más incidente en el surgimiento de un nuevo mundo y quizá un nuevo orden.

Ojalá esta sea la antesala de otro Renacimiento con su “Hombre de Vitruvio” que ilumine un futuro hoy incierto y cargado de amenazas. Es en medio de la tormenta cuando se debe avizorar qué hacer cuando sobrevenga la calma. Si hace siete siglos se pudo resurgir de la mayor pandemia de la historia -en términos relativos y por ahora también absolutos- no deberían existir dudas sobre volver a hacerlo ahora. De lo contrario, los que promueven la colonización de Marte están bien orientados.

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