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Dentro y fuera de la caja

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Hugo Burel
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Si algo ha traído esta pandemia es la imposibilidad de seguir pensando el presente con parámetros de pensamiento del pasado.

La nueva realidad que se vive impone la necesidad de encarar la reflexión desde una óptica diferente. En nuestro país dicha necesidad interpela a los perezosos hábitos del discurso unánime y su congelada visión. Esa actitud queda muy en evidencia cuando se analiza la conducta de la oposición de izquierda y sus reflejos políticos vinculados a un esquema ideológico que ya no funciona.

Hace más de 30 años, la caída del muro de Berlín simbolizó el colapso de un sistema -el Comunista- que tras siete décadas de aplicación en el campo soviético, implosionaba sin remedio y dejando millones de muertos por el camino. Mientras los restos del mu-ro empezaban a venderse como souvenirs, por acá los pensadores de la izquierda aseguraban que ese entierro no los involucraba porque los ideales seguían vivos. Sin embargo, esa visión maniquea terminó por darse de narices contra la evidencia histórica, al punto que Eduardo Galeano, autor de un libro emblemático, Las venas abiertas de América Latina, terminó por reconocer que carecía de formación y experiencia para haberlo escrito y admitió que no volvería a leerlo. La confesión se produjo cuando miles sí ya lo habían hecho y creído en la línea bajada por el texto. Hoy, el único pensador vigente de la izquierda ortodoxa es Antonio Gramsci, muerto en 1937, que influyó y sigue influyendo por su teoría sobre la batalla cultural y la hegemonía a conquistar en ese terreno. Su discurso todavía se aplica en estas latitudes.

La llegada de la pandemia, casi en consonancia con la instalación de la coalición en el poder, sacudió todos los esquemas anteriores. El presidente y su elenco ministerial tuvieron que “salir al toro”, como dicen los españoles, cuando la realidad pandémica embistió casi sin aviso. Desde entonces y a casi un año de iniciada en el país, la pandemia lo ha condicionado todo: además de la salud la economía, la vida social, el trabajo, el turismo y la convivencia, en especial la del gobierno y la oposición.

Desde la crisis del 2002, cuando estuvimos al borde del default, el país no atravesaba una situación tan crítica y delicada. Y otra vez desde la izquierda el pensamiento regido por dogmas perimidos y consignas inaplicables, ha ido contra el sentido común y el bienestar colectivo. Haber pedido al inicio de la pandemia la cuarentena obligatoria fue el equivalente a la exigencia del default en 2002. Adaptando un latiguillo del inglés surgido en el lenguaje corporativo de los años 70 del siglo pasado -thinking out of the box-, pensar fuera de la caja, la izquierda sigue pensando lo opuesto, es decir “dentro de la caja” y no se anima a dejar de hacerlo.

La única figura de la oposición que parece entender el nuevo juego es la Intendenta Carolina Cosse. Con la suspensión del Carnaval no solo le ahorró un dolor de cabeza al gobierno sino que se perfiló como alguien a quien no le tiembla el pulso a la hora de decidir. De igual forma y en un asunto mucho menor, suprimió las cartas que acompañaban los alimentos juntados en los comités de base y que la Intendencia debía repartir. Con esas decisiones ignoró el hábito de no irritar a los compañeros, factor que siempre ha condicionado a los cuadros de la izquierda cuando fueron gobierno.

Esos reflejos de piloto automático que caracterizan a una oposición que no ha sabido aggiornarse, en el último año provocó caceroleos, movilizaciones riesgosas e innecesarias como marchas y contramarchas sin precauciones contra el contagio, juntada de firmas contra una ley aprobada en el Parlamento con varios artículos votados por representantes de esa oposición y ahora críticas porque la llegada de las vacunas y la negociación por las mismas no fueron todo lo rápidas que hubieran querido. Bien, las vacunas están llegando y mañana empiezan a suministrarse.

En esto se nota la incomodidad de una fuerza política que no logra acomodarse al tiempo que vive y está agazapada esperando que el gobierno se equivoque. En el deporte se puede jugar aguardando el error del rival, pero en la política eso no siempre da réditos, en especial cuando lo que está en juego es mucho más que el éxito de un gobierno. Se trata, nada menos, de capear una crisis mundial cuya superación depende de demasiados factores exógenos: léase la vacuna y su eficacia.

Es evidente que, si por un lado la pandemia complicó los planes del gobierno entrante, también instaló un escenario nuevo, en especial para la opinión pública. Ello se vio reflejado en las encuestas de aprobación y popularidad, con niveles muy buenos para el presidente y varios de sus colaboradores. Si bien estos ya han descendido, son notables los porcentajes de apoyo que todavía registran. Estos indican que en medio del cataclismo, la gente ve la gestión de la coalición de gobierno y en especial la de Luis Lacalle Pou, de manera positiva, algo que en países vecinos no ocurre. El reciente escándalo de la vacunación VIP que se produjo en Argentina ejemplifica, sin duda, que la corrupción puede amenazar el proceso de vacunación, etapa próxima que pondrá a prueba toda la idoneidad y transparencia del gobierno. Si eso se cumple en tiempo y forma y con la eficacia habitual del país en campañas vacunatorias, ganará puntos en un escenario que la izquierda politizó.

El más lúcido e intelectualmente honesto pensador de la izquierda nacional, don Carlos Quijano, escribió en un famoso editorial de Marcha publicado en 1964, al cumplir 25 años de prédica ideológica en el semanario: “No hay retornos, decíamos en el comienzo de este largo auto-examen. Sí, los hay. Y no dejan de ser conmovedores. Porque después de haber andado tanto, debemos reconocer que hemos vuelto, sin quererlo ni buscarlo, a los mentores de nuestra adolescencia. A Rodó que nos enseñó a reverenciar a los que nos vencerán con honor en los otros. A Vaz Ferreira que nos enseñó a desconfiar del espíritu de sistema y de las verdades acuñadas”. Esos dos nombres, citados hace 57 años por Quijano, podrían orientar hoy a la izquierda y ayudarla a salir de la caja.

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