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Falso amanecer

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HUGO BUREL
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Cuando parecía que con la pandemia bastante controlada y las fronteras abiertas el panorama general del país empezaba a aclararse, la noticia sobre la aparición de la nueva cepa Ómicron del COVID-19, ha sembrado nuevamente incertidumbre sobre lo que nos aguarda.

No solo a nosotros sino al mundo. Con más de 30 mutaciones en su proteína en relación a la cepa original, Ómicron parece el nombre de una película de cine catástrofe o una serie nueva de Netflix. Más allá de que nuestras autoridades sanitarias han recomendado calma y no cambiar las medidas aperturistas actuales y que el presidente declarase que las vacunas actuales cubrían los riesgos de la nueva variante, las noticias que llegan del exterior no prometen nada bueno.

Mientras Israel ha cerrado sus fronteras y en Estados Unidos los ingresos se complican con la exigencia de un PCR de 24 horas, la OMS, siempre errática y llegando tarde con los anuncios, esta vez expresa a tiempo su profunda preocupación ante lo que se avecina. En tanto los laboratorios piden algunas semanas para evaluar cómo funcionan sus vacunas ante Ómicron, la cepa ya ha llegado a Brasil y es probable que a otros países cercanos al nuestro. La información que circula describe la rapidez de su contagio y réplica, pero además agrega otros detalles inquietantes.

El ex asesor de OMS y especialista en enfermedades infecciosas, el español Vicente Soriano, ha declarado que la singularidad de esta nueva variante radica?en las numerosas mutaciones encontradas en la proteína de la espícula del virus: “Parece que ha aparecido una variante que es muy distinta a las registradas hasta ahora y, además, ha aparecido de golpe,?lo cual puede indicar que existe un reservorio animal activo, que no conocemos”. Esa idea de un “reservorio no humano” se sostiene, según Soriano, en que “no ha habido una trazabilidad,?una evolución natural del coronavirus que nos haya llevado a esta variante, que supone un salto”. En palabras sencillas esto significa que los misterios sobre el origen y evolución del coronavirus SARS-Cov2 más conocido como COVID-19 siguen aumentando. Pero ya cobran una dimensión que sorprende a los científicos.

Con este nuevo revés que ha traído Ómicron al combate de la pandemia, los investigadores vuelven a poner de manifiesto que esta se puede controlar localmente en un momento concreto,?pero ese control siempre estará en peligro si no se la controla globalmente. Hasta el momento, la variante Delta es la dominante en todo el mundo, pero los científicos temen por la evolución de la recién descubierta en Sudáfrica. Todo esto pone de manifiesto que si bien las vacunas han sido eficaces en muchos aspectos, dependiendo del grado de vacunados en cada país, la carrera de los laboratorios contra el virus hasta ahora no los ha puesto en la delantera. Con cada nueva variante que surge, tienen que revisar todo y corren de atrás.

Habría que empezar a reinterpretar el engañoso concepto de “nueva normalidad” que la desinformación y el optimismo popularizaron. Esa pretendida normalidad se nutre de avances y retrocesos, de aperturas y cierres, de esperanza y frustración. En lo local, mientras los primeros datos de la nueva variante estaban llegando, miles de brasileños ocupaban alegremente Montevideo y amenazaban con agotar el stock de cerveza fría. El uso de mascarillas en la calle ya no es masivo y ANEP recomienda realizar fiestas de fin de curso con niños todavía no vacunados. El éxito de la campaña de vacunación -pese a que no todos recibieron la tercera dosis- habilita a que muchos ya hablen de “pospandemia” con un dejo de alivio. Es decir, hay un afloje evidente, como lo hubo en países europeos como Alemania y Gran Bretaña que hoy regresan al aumento de casos y la incertidumbre.

Hablar de la “pospandemia” y proyectar una temporada turística abierta y concurrida o alegrarse porque en dos finales de fútbol repletas de extranjeros no hubo incidentes y la Conmebol nos felicitó, es importante, pero negarse a ver la película de lo que está sucediendo en el norte puede ser temerario. Ya hay países que se plantean la vacunación obligatoria como último recurso ante el desastre sanitario, social y económico. Acá la “libertad responsable” ha funcionado porque los uruguayos, en su mayoría, han “puesto el brazo” y la responsabilidad ante una amenaza colectiva. Por suerte, las huestes dirigidas por el Dr. Salles no tienen los seguidores que en otros lugares provocan asonadas contra la vacunación. Sin embargo, el optimismo y la credulidad de que la pandemia pasó puede anestesiar los reflejos. Del gobierno y de la gente.

Si hay algo evidente es que la ciencia ha sido más eficaz que la política para combatir el virus. La desigualdad del acceso a las vacunas ha convertido el recurso en un arma a la larga ineficaz porque el deficit vacunatorio de algunos países -en especial en África- termina perjudicando a los que sí logran porcentajes adecuados de vacunados. El ejemplo más claro es Rusia, cuya población se ha negado a recibir la Sputnik V, desarrollada en el país.

Ahora, con la aparición de Ómicron, tendríamos que plantearnos seriamente que no somos una isla y que nuestra tan sobrevalorada excepcionalidad, no es un escudo contra la nueva cepa. Ya no podemos seguir pensando en la “pospandemia” como un estadio posible porque el mundo no nos deja. Y esto no se trata de pesimismo, ni ser un amargo que desinfla esperanzas. El tenor del nuevo bicho parece reflejar los vaticinios apocalípticos y las más negras teorías conspirativas. Cada vez que la situación parece estar controlada, surge una nueva amenaza en el horizonte. La que se detectó en Sudáfrica por ahora tiene todas las carácterísticas de algo que ni siquiera los científicos logran entender. Su récord de mutaciones y la duda sobre la eficacia de las vacunas actuales frente a Ómicron, configuran un nuevo desafío para los gobiernos y la ciencia.

Siguiendo con lo que Soriano recomienda, el camino es la vacuna y esperar dos o tres años más hasta que la pandemia pueda ser controlada y convertida en una enfermedad endémica, luego de sucesivas dosis de vacunas. Mientras tanto, hay que contener esa fantasía de que vivimos la pospandemia y lograr que quienes no se han vacunado lo hagan de una vez. Estamos viviendo un falso amanecer.

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