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Covid celeste

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HUGO BUREL
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En una semana en la que los contagios del Covid-19 se dispararon en el país hasta alcanzar por primera vez una cifra diaria de tres dígitos, el positivo de Luis Suárez anunciado el lunes junto al de otros tres integrantes del núcleo celeste fue un sacudón para la opinión pública.

Su ausencia en el partido contra Brasil se amplificó más allá de lo deportivo porque Suárez es un símbolo: su origen humilde, el sacrificio para llegar a Europa y su ascenso como futbolista en grandes equipos europeos y en la selección configuran su perfil de ídolo indiscutido. Pero, al momento de escribir esta columna, los casos en la selección pasaron a ser quince, por lo cual ya no se trata de Suárez y alguno más, sino de un foco grupal importante que adquiere una resonancia sorpresiva.

El viaje a Colombia, el partido en Barranquilla, el regreso en el chárter, la famosa burbuja, el lugar de concentración, los entrenamientos, la sucesión de hisopados, el factor Viña -el primero en dar positivo- por la situación del club Palmeiras en el que milita, y por supuesto la convivencia grupal antes de enfrentar a Brasil determinaron una sucesión de factores de riesgo que culminaron en un cuadro de contagios que no se sabe hasta dónde puede llegar.

Se presume sin ninguna clase de dudas que algo falló en los protocolos y circulan fotografías que lo demuestran: una imagen de nueve jugadores en torno a un fogón con tres mates; el preparador físico y el jugador Viña trabajando cara a cara sin tapabocas. Es inevitable la cercanía en un grupo deportivo, pero al parecer hubo un exceso de camaradería y descuido. Precisamente, esa foto de los celestes junto al fuego y sin ningún tipo de distanciamiento ni tapabocas se ha convertido en la imagen de lo que no debe hacerse, por más hisopados previos que se hayan hecho. Es preocupante como fallaron los controles del equipo conductor del seleccionado.

Por supuesto que el deseo de todos es que los contagiados se recuperen y los que no lo están permanezcan a salvo, en especial teniendo en cuenta que el maestro Tabárez está en la franja de riesgo, al igual que el doctor Pan. Sin embargo, en momentos en que la pandemia arrecia y el pretendido control en el país amenaza con entrar en crisis, un foco de Covid-19 nada menos que en la selección uruguaya se presenta como tema de repercusión masiva y una advertencia dramática: con este virus no se juega. No obstante, los organismos supranacionales que dirigen el fútbol, llámense FIFA, UEFA o Conmebol, pasan por encima de los protocolos sanitarios de cada país e imponen que los torneos internacionales -con o sin público- se disputen a como dé lugar como si la pandemia no existiera. Una decisión sin dudas temeraria.

Tal vez esta situación de nuestra selección sirva para abrir los ojos de aquellos que creen que el virus no puede tocarlos. A falta de una campaña de comunicación importante y sostenida en los medios audiovisuales -uno de los errores de la estrategia de concientización y prevención- los ídolos afectados y cuarentenados actúan como ejemplos populares del peligro de contagiarse.

Si le pasa a Luis Suárez o a Lucas Torreira, te puede pasar a vos. Inclusive, la imagen de familia y camaradería que el grupo seleccionado ha sabido trasmitir es la de un hogar: la convivencia de distintas edades en un mismo grupo bajo el mismo techo exige que todos se cuiden y no pongan en riesgo la salud del otro.

En este aspecto, la pandemia parece tener un gran sentido escénico y sus mecanismos de contagio a veces parecen guionados. Desde presidentes que niegan el virus y por supuesto se contagian (Jair Bolsonaro, Donald Trump, Boris Johnson) a figuras de todas las condiciones y disciplinas que si sobreviven terminan contando su experiencia, el Covid-19 es el gran igualador que ha llegado -por ahora- para quedarse.

Ya vimos que la sociedad aflojó y que una serie de desafortunados eventos provocados por el descuido o la ignorancia, determinó que los casos diarios se dispararan. Entonces, este foco originado en el reducto celeste llega como un poderoso llamado de atención que a nadie puede dejar indiferente. Es una advertencia para muchos que desdeñan o desafían las consecuencias de no cuidarse. Y esas estrellas que no han prestado su imagen e influencia para aconsejar a la gente sobre la pandemia, ahora lo hacen desde la situación que están viviendo y que no necesitan comentar. Algunos jugadores, como Giménez, Cáceres o Cavani, ya la padecieron pero, que yo recuerde, nada o poco advirtieron sobre su experiencia personal.

Ojalá que todos se recuperen y vuelvan a su actividad deportiva. Pero siendo conscientes de que el ejemplo que trasmitieron fue negativo.

En ningún momento el grupo dio la sensación de tomar los recaudos necesarios salvo durante los partidos en el banco de suplentes. Los de la cancha -nuestros jugadores y los de todos los equipos- festejan un gol como antes de la pandemia. Los abrazos deberían esperar para un tiempo diferente al actual. Si no, el Covid-19 te golea.

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