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Cifras alarmantes

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hugo burel
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Por lo general en Uruguay un título como el de esta columna suele aplicarse a temas tan diversos como el aumento de contagios del Covid o la cantidad de casos de violencia doméstica, además de otros habituales en el menú informativo.

Pero, por lo que recuerdo, no ha sido utilizado para adjetivar las conclusiones de un estudio sobre la lectura de libros realizado por la empresa Cifra y dado a conocer el pasado 26 de octubre, justo cuando daba comienzo la Feria Internacional del Libro.

Los números que arroja la encuesta dicen claramente que estamos en problemas. Hoy, solo el 43% de los adultos en Uruguay lee libros. El 18% dice que no lee porque no tiene tiempo y otro 38% afirma que no tiene costumbre de leer o, directamente, no le gusta leer. En síntesis, bastante menos de la mitad de la población lee libros. Entre los que lo hacen varía mucho el número de libros que leen por año. Una parte de quienes declaran que leen libros, en realidad no leyeron ninguno en los últimos 12 meses. Si se compara la proporción de adultos que leyeron libros en el año 2000 con lo que sucede hoy, el porcentaje bajó 14 puntos, del 52% de entonces al 38% hoy. En 2021 el 12% leyó uno o dos libros, el 18% tres a seis libros y sólo el 8% leyó más de 6 libros. En promedio, entonces, los que leen libros suman cuatro por año, uno cada tres meses. Si buscan cifras alarmantes, estas lo son.

No obstante, hay un aspecto que la encuesta destaca como positivo: a más educación formal, más acceso a librerías (más en Montevideo que en el interior) y a menos edad, más lectura de libros. Eso es una buena noticia para quienes publican libros, ya que los jóvenes de hoy, con más educación formal promedio que sus mayores, leen más que estos. Pese a lo anterior, el estudio concluye que si se mantuviera la caída, dentro de 20 años muy pocos leerán libros. Afirma también que es imposible predecir cuál de las dos tendencias tendrá más peso, si mantendrá el hábito la juventud que lee más que el resto de los adultos, o si la lectura de libros pasará a ser una “curiosidad del pasado”, sustituida por el consumo de materiales e imágenes digitales que dejan de ser lo que conocemos como libro.

Estas conclusiones fueron difundidas en el informativo central de la Tele por la directora ejecutiva de Cifra, la socióloga Mariana Pomiés. Los conductores del noticiero se mostraron consternados ante los datos, pero como suele suceder en un informativo televisivo, la reflexión o el comentario ante esos datos fue el mínimo posible antes de pasar al siguiente tramo de la información. Pese a ello, celebro que el informe se difundiera en horario central para que la opinión pública, el gobierno de la enseñanza, las autoridades públicas, los intelectuales, las editoriales, los libreros y los simples lectores se enteraran de este panorama crítico.

No leer libros o leer pocos equivale a padecer desnutrición cognitiva y déficit intelectual. Si lo analizamos como una encuesta electoral, desde el año 2000 al presente, la lectura de libros bajó 14 puntos, lo cual favorece al partido de la ignorancia.

Me gustaría saber la opinión de los organismos de gobierno que atienden la educación y la cultura sobre esta realidad que el estudio de Cifra ha puesto sobre la mesa. Como tema de fondo y tendencia sostenida les debería preocupar. Ya tendrían que pensar una estrategia de largo plazo para frenar el deterioro que produce la no lectura de libros en la población. Entre tantas campañas de bien público que se realizan, habría que concebir una que de manera permanente promueva la lectura de libros.

No es posible que se recuerde y promueva al libro solo cuando la Feria se instala y la explanada, el atrio y demás espacios de la Intendencia se entregan a ese zafral impulso al invento más importante de la historia de la humanidad. Eso, con ser valioso y testimonial, no es suficiente. Y este año, pese a que se retomó la convocatoria que por razones sanitarias el año pasado no se cumplió, el esfuerzo seguramente no habrá de mover la aguja de la lectura de libros porque el problema tiene una condición estructural.

Los que vivimos otras épocas podemos recordar que muchas personas circulaban por la calle con un libro en la mano. Por lo general leían en el ómnibus o en alguna pausa en un bar. Por desgracia, eso se ha perdido y hoy lo que vemos son peatones o pasajeros enfrascados en la pantalla de su celular. Posiblemente lean, pero no un libro.

Los tiempos de lectura han sido ocupados por otras actividades y el libro como objeto ya no da prestigio y, lo que es peor, utilidad. Los líderes de opinión desde políticos, deportistas, figuras mediáticas, artistas y famosos en general, jamás tienen un libro que mostrar. Hay un espacio en este medio que interroga a ejecutivos de empresas sobre qué libro están leyendo. Comparecen para la foto mostrando una edición en papel o la pantalla del Kindle. Pero cuando se les pregunta cuántos libros leen por año, por lo general no pasan de cinco. Una respuesta verdaderamente desoladora.

De acuerdo a un estudio realizado en el año 2015, Canadá y Suiza ostentaban un promedio de lectura en su población de 20 libros por año. Finlandia mientras tanto se ubicaba en la segunda posición, con un total de 17 libros. Mientras tanto, Estados Unidos ostentaba una lectura anual de 12 libros por año. En la cuarta posición, Corea y España empataban con un total de 10 libros en un año.

Los estudios dejan en claro que son los países con un mejor sistema educativo los que lideran en promedio de lectura de libros al año. Para no seguir teniendo cifras bajas al respecto debemos tomar en serio la alarmante encuesta de Cifra.

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