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China está cerca

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hugo burel
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Se sabe que en una guerra la primera víctima es la verdad. Eso se aplica también en las pandemias, como apunté en mi columna anterior.

Las teorías conspirativas, las fake news, los negadores seriales, los apocalípticos y un sinfín de explicaciones erradas acudieron al escenario pandémico para convertirlo en una cloaca de versiones alarmistas, tendenciosas e irresponsables que las redes han amplificado. Los terraplanistas de la epidemia sostienen que no hay virus, ni peste ni nada. Todo es un montaje, un simulacro para encerrar a la gente y tenerla dominada. No hay enfermos ni muertos, pero sí una conspiración. Otros señalan a China como la gran culpable del desastre sanitario y la rápida recuperación de su economía unida a la falta de información sobre su pandemia, la hace sospechosa de todo tipo de maniobras con el virus, que surgió en el mercado de animales salvajes de Wuhan.

Habría que considerar a China con un enfoque menos conspirativo y más realista. China, la misteriosa y lejana -que hasta “sinólogos” ha necesitado- es el último experimento social a gran escala que vive la humanidad y como tal actúa. Pero lo hace en un contexto histórico muy distinto al que se vivía cuando, promediando el siglo pasado, Mao Zedong lanzó el Gran Salto hacia Adelante y la fallida Revolución cultural.

La evolución de la Humanidad siempre ha sido producto del impulso colectivo, de culturas o civilizaciones que en determinado momento de la historia prevalecieron sobre otras. Desde la imposición del Homo Sapiens como especie dominante, la lucha y posterior dominio de un grupo sobre los demás ha definido el progreso de la especie y la vida civilizada. La declinación también forma parte de la historia de las civilizaciones, algo que hoy podemos comprobar.

En lo político, Estados Unidos, la potencia dominante surgida luego de Hiroshima y Nagasaki, ha declinado sin dudas, conducida en el tiempo reciente por un ignorante megalómano que fomentó su aislamiento. Su antecesora Gran Bretaña se ha extraviado en el Brexit mientras el ex imperio soviético, que caducó sin que se disparase un solo tiro, hoy es dominado por los mismos corruptos e ineptos que provocaron su hundimiento. La vieja Europa diseñada por Napoleón, decae con la pandemia y sin encontrar solución a las oleadas migratorias que les devuelven sus abusos coloniales.

Los conflictos armados han demostrado no resolver nada a largo plazo. La corrupción y la desigualdad ha hecho que el sistema se debilite por el agotamiento y la incapacidad para resolver las crisis sistémicas, ambientando el populismo que resurge tanto de izquierda como de derecha, con un ejemplo claro en la vereda de enfrente. A esto se le agrega el cambio climático que desestabiliza la naturaleza y provoca una catástrofe ambiental tras otra. Un cóctel muy peligroso.

En las últimas décadas la economía ha prevalecido sobre otras disciplinas por el control de las instituciones bancarias, los organismos multilaterales y la especulación bursátil. El capitalismo salvaje ha alentado el consumismo irracional y un egoísmo consecuente. La globalización ha engendrado, junto con sus beneficios, la abolición de los límites de todo en especial de los flujos de información y la incidencia de estos en la vida de los países. Ahora todo nos afecta, aunque su origen sea lejano. La democracia y el liberalismo parecen estar en retroceso y la mano invisible del mercado está artrítica. En tanto, el relativismo moral y el transculturalismo, lejos de mejorar la convivencia, ha engendrado más intolerancia y odio, lo cual alienta posturas genocidas y disputas religiosas y raciales. El narcotráfico, la corrupción y las recetas tecnócratas han ejercido una nefasta injerencia sobre naciones y pueblos empobrecidos y endeudados.

Ante esta realidad, algunos analistas ven esta pandemia como la guerra invisible y planetaria que habrá de moldear un nuevo mundo, “resetearlo” es la palabra que emplean. En ese escenario, ¿qué papel jugará China ante un Occidente jaqueado por la calamidad sanitaria, el colapso social y económico y una notoria falta de liderazgos?

China es un país comunista gobernado por un estado policial que hasta los inicios del Siglo XX seguía viviendo en la Edad Media. Forma parte de Asia, el continente más grande y poblado de la Tierra: casi 4 mil quinientos millones de habitantes y cerca del 30 por ciento de las tierras emergidas. Allí se afinca una civilización con cinco mil años de historia. De país humillado y expoliado por otros, en pocas décadas China se convirtió en la segunda potencia mundial, pese a que el agua que circula por las cañerías de sus ciudades no es potable. Es el ejemplo más acabado de gobierno totalitario y nada de lo que sucede en ese país escapa al control e influencia del Partido Comunista. En lo económico es un capitalismo de estado con un número asombroso de multi millonarios.

No obstante lo anterior, hay que consignar que algunos de los mayores inventos de la humanidad proceden de China. Muchos de ellos llegaron a Europa a través de la Ruta de la Seda: desde el papel moneda al paraguas, la porcelana, la fundición de hierro, el sismógrafo, el reloj astronómico, la carretilla, la brújula, y, por supuesto, el papel y la imprenta entre otros importantes, además de los fideos y la pólvora. Ahora hay que agregar la vacuna Coronavac. Hasta hace poco se creía que China carecía de prehistoria, pero los numerosos hallazgos recientes del paleolítico o el neolítico demuestran lo contrario.

Un viejo proverbio chino afirma que “antes de ser un dragón, hay que sufrir como una hormiga”. El chino es un pueblo sacrificado y paciente que posee un pasado milenario. Otro proverbio aconseja que “cuando tres marchan juntos tiene que haber uno que mande”. La disciplina y la obediencia al liderazgo se expresan en esa afirmación. Las dos sentencias dicen mucho sobre un país que es nuestro principal socio comercial y al que le hemos comprado un importante número de vacunas, cuyas dosis este cronista ya recibió.

Nunca antes en la historia China estuvo tan cerca de convertirse en la primera potencia mundial.

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