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Repensando el futuro

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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A medida que la letalidad de la pandemia comienza a alejarse, aumenta el optimismo en recobrar mayores espacios para la gestión del país.

Son muchos los temas que demandan atención especial, porque a esta altura resulta obvio que un futuro más verde significará elevar la calidad de vida de todos.

La matriz energética nacional -que es abrumadoramente sostenible- comienza a enfocarse con interés y decisión en lograr una transformación del transporte, en la cual la electricidad desplace a la combustión de hidrocarburos. Hacia allí va el mundo.

Al mismo tiempo siguen pendientes áreas de trabajo en las cuales hemos hecho poco. Nos referimos a la mejora de la gestión del agua y de los residuos.

La reforma constitucional de 2004 quedó firme en el marco jurídico nacional pero no en las acciones públicas y privadas, ni en las políticas gubernamentales. Hay muchísimo por hacer, comenzando por un cambio de mentalidad general, que esté en sintonía con lo que se intenta preservar en la ley. A título de ejemplo, la construcción de la nueva planta de celulosa en Pueblo Centenario avanza sin que se hayan tomado acciones concretas para mejorar los elevados niveles de contaminación que desde hace varios años registra el río Negro.

Y qué decir del drama de los residuos presentes en prácticamente todos los centros poblados del país. La cadena que implica su generación, recolección, acopio y disposición final presenta toda clase de fallas a ser subsanadas a través de una política nacional, departamental y municipal coherente, coordinada y eficiente, capaz de lograr una reducción sustancial en la generación diaria de residuos, y un aprovechamiento eficaz de los mismos, como se viene intentando hacer de manera muy fraccionada y con esfuerzos espasmódicos. Desde luego nadie ignora que estamos hablando de un asunto muy complejo debido a sus profundas raíces sociales, económicas, laborales y ambientales, en intrincada interacción. Pero no por ello hay que bajar los brazos y postergar la toma de decisiones. Apoyados en el conocimiento científico y tecnológico; aprovechando la enorme experiencia acumulada en la sociedad (sobre todo lo que no se debe hacer y permitir), es tiempo de encarar el asunto con mucho diálogo y determinación. Comenzando por tomar más en serio el concepto tantas veces reiterado de que los desechos tienen un valor económico que debe aprovecharse adecuadamente, para transformarlo en un motor efectivo en pos de la solución del problema.

Otra de las áreas de enorme potencial para marchar a paso firme hacia el desarrollo sostenible del país, es el turismo correctamente enfocado. Hay que llenar de contenido al tan manoseado eslogan de “Uruguay, País Natural”. Va mucho más allá del “turismo verde”. Implica ofrecer lo que se promete. O sea, un destino preparado por una sociedad comprometida con la protección ambiental, la valoración del patrimonio biodiverso nacional, pero también con una institucionalidad democrática sólida que garantice el respeto, la seguridad y que, al mismo tiempo, ofrezca una calidad de servicios acorde a los exigentes tiempos que corren, tanto en calidad como en costos.

Todo es posible siempre y cuando logremos unir voluntades y esfuerzos.

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