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Un proyecto bien hecho

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Se han cumplido dos décadas desde que se inició el proyecto del denominado Bioparque M’Bopicuá en el departamento de Río Negro.

Este emprendimiento privado (Montes del Plata) enfocó sus objetivos en la conservación y reintegro al medio natural de especies de la fauna autóctona, con énfasis en aquellas que se hallan en peligro de extinción.

Los resultados son muy buenos pues se ha reproducido el 80% de las 62 especies que habitan el bioparque. Este es un paso esencial para avanzar en la conservación de la diversidad biológica uruguaya.

La capacidad y el compromiso conservacionista de su coordinador, Juan Villalba, es la principal explicación de los éxitos alcanzados.

Para los entendidos resulta sencillo valorar lo que allí se ha conseguido: reproducir al tamandúa (la primera vez que ocurre en cautiverio en el país), al gato del pajonal, al margay (una de las especies de gato montés), al cardenal amarillo, el pecarí de collar, al coatí, la pava de monte, el yacaré, etc.

El bioparque reúne magníficas características naturales y paisajísticas. Se trata de una antigua estancia sobre el río Uruguay -que además atesora las ruinas de un importante saladero del siglo XIX- acondicionada para sus actuales objetivos.

Como era lógico esperar, con el paso del tiempo se transformó en un sitio de visita ineludible de escuelas y liceos, aprovechando las actividades de educación ambiental que allí se realizan en los meses del año en los cuales las visitas muy controladas de estudiantes, no coinciden con la época anual de reproducción.

Los tres pilares principales que explicarían el éxito de esta institución zoológica son la idoneidad de sus responsables, la tranquilidad esencial que se les garantiza a los animales, y las condiciones del entorno, tratando de reproducir lo mejor posible el hábitat natural de cada especie, respetando su alimentación en el medio silvestre.

La conservación de nuestras especies es un objetivo de prioridad nacional. Aunque la mayoría de las personas quizás no perciban su enorme importancia para la salud ambiental del país, la realidad marca de manera indeleble que en la calidad de nuestros ecosistemas se sustentan los servicios ambientales que garantizan la producción, la salud, la alimentación y el turismo.

Pero en este complejo terreno de la conservación, nada es casualidad. Si el bioparque ha crecido y prosperado incesantemente desde su nacimiento en una medida superlativa, se debe a la acertada elección del especialista a quien se le encomendó su creación, diseño y funcionamiento. Villalba es un conservacionista de larga trayectoria internacional, y un especialista en la cría y cuidado de animales en cautiverio.

Los éxitos reproductivos permitieron cumplir con la segunda y también importantísima etapa de la reintroducción de especies. En estos 20 años de trabajo liberó en la naturaleza (en sitios cuidadosamente elegidos) 40 coatíes, 50 yacarés y 200 pecaríes de collar.

Esta última especie hacía más de un siglo que se había extinguido en nuestros campos y se reintrodujo con las correspondientes autorizaciones oficiales. El Bioparque M’Bopicuá es un ejemplo a seguir. Y debe prestársele mucha atención por sus envidiables resultados.

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