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El periodismo y su mayor reto

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Hernán Sorhuet Gelós
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Cada vez se hace más borroso el límite entre lo que es información y educación. Vivimos en una época marcada por un verdadero estallido del avance tecnológico de las comunicaciones.

Pero con un aditamento inesperado y decisivo como lo es el acceso masivo a ellas y su asombrosa democratización.

Aunque suene exagerado, cualquier persona puede generar una noticia de tan alto impacto, capaz de provocar cambios sociales, políticos o económicos.

El mundo de la ciencia, antes encerrado en su castillo de cristal y reservado para unos pocos elegidos, cada vez más permea distintos ámbitos de la sociedad, a través de aplicaciones tecnológicas que no paran de sorprendernos.

El periodismo debe actualizarse permanentemente, en una carrera sin fin, donde resulta utópico alcanzar los primeros puestos, porque en nuestro trabajo de intermediación entre la información y el público el conocimiento constituye una auténtica catarata de datos, ideas y conclusiones, imposible de abarcar de manera individual.

Más que nunca el conocimiento es hoy un valor esencial para la calidad de vida de las personas.

A diario debemos tomar decisiones que condicionan nuestro bienestar y porvenir. La educación formal recibida es una ayuda relativa para encarar los desafíos cotidianos, influenciados por un mundo que está cambiando a mayor velocidad de lo que lo hacen nuestras mentes.

¿Cómo planificar nuestro futuro a mediano plazo? Queda claro que la información y el conocimiento parecen ser las llaves del éxito.

Esos aportes son los que conducen al cambio social que está ocurriendo permanentemente a nuestro alrededor —lo percibamos o no. En tal contexto, a nuestro entender recae una gran responsabilidad sobre los periodistas y comunicadores, pues en el menor tiempo posible y de la forma más clara y comprensible, debemos construir esos puentes de flujo entre investigadores, pensadores, expertos y el público.

En ese público están incluidos los tomadores de decisiones (gobernantes, parlamentarios, empresarios, dirigentes sociales, educadores, etc.) necesitados de contar con información de primera calidad, y de capacidad crítica para juzgar los fenómenos de la sociedad moderna y actuar en consecuencia.

Cuando definimos al periodista como un mediador le estamos atribuyendo una característica que va bastante más allá que la de un simple transportador de información, desde el sitio de producción al lugar de recepción.

Si el comunicador realiza su tarea sin sentido crítico, sin discernir entre la abundancia de información que tiene delante, estará provocando una estafa social que, inevitablemente, traiciona la confianza del público en su trabajo.

Para ser un buen mediador entre el conocimiento científico-tecnológico y la comunidad, el periodista debe contar con la capacidad de comprender lo que aquel "mundo" ofrece, tanto como para ser capaz de cuestionar sus afirmaciones o confrontarlas con opiniones disímiles. De esa manera defiende el derecho de la gente a que no se le impongan conclusiones sin el debido tamizado.

Queda claro que, como nunca antes, nuestra época demanda la superprofesionalización de los periodistas y comunicadores.

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