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No es una buena decisión embarcar al país en aventuras de muy discutible conveniencia, como algunas que están en la carpeta del gobierno y que desea aprobar deprisa. El más controversial es el proyecto Valentines de megaminería de hierro a cielo abierto, por exhibir a nuestro entender numerosos aspectos negativos e inconvenientes para el país, en el área social, ambiental y económica.

No es una buena decisión embarcar al país en aventuras de muy discutible conveniencia, como algunas que están en la carpeta del gobierno y que desea aprobar deprisa. El más controversial es el proyecto Valentines de megaminería de hierro a cielo abierto, por exhibir a nuestro entender numerosos aspectos negativos e inconvenientes para el país, en el área social, ambiental y económica.

Semanas atrás, la empresa presentó en la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) informaciones complementarias de su Estudio de Impacto Ambiental, intentando dar respuesta a varios requerimientos realizados por el organismo especializado hace más de un año.

Aratirí necesita obtener la Autorización Ambiental Previa de la Dinama que la habilite a iniciar las obras para la extracción del metal. Recién entonces legalmente podría firmar el contrato con el Estado uruguayo, aquel que el presidente Mujica anunciara a fines de 2013 que iba a firmar aunque no estuviera la autorización de Dinama. Esta vez lo legal primó sobre lo político y el contrato sigue esperando. Una de las etapas del proyecto que fue observada es la relativa al Plan de Cierre de las minas.
Recordemos que se cavarán cinco grandes minas (cráteres) ocupando una superficie de 565 hectáreas, se construirán embases de aguas contaminadas con taludes y pilas de estériles (acumulación de rocas partidas y molidas). Qué pasará con ello al finalizar la extracción de hierro es una respuesta clave para el futuro de las zonas afectadas.

De acuerdo a la información presentada por la empresa, no se dará una respuesta aceptable a estos profundos deterioros ambientales. No habrá una inversión tecnológica ni económica acorde a los daños provocado. Los cráteres se irán llenando muy lentamente con agua de lluvia y de las napas freáticas, las pilas serán presa de la erosión provocada por la lluvia y el viento, y las aguas contaminadas de los embalses afectarán buena parte del ecosistema. Un panorama terrible para un proyecto que promete prosperidad y bienestar.

Ni cerca de aquellas promesas que el propio presidente Mujica anunciara en más de una oportunidad a los medios de comunicación, de que de llevarse a cabo este proyecto, se asegurarán de que al retirarse la empresa habrá realizado las restauraciones necesarias, para que la zona quede nuevamente con aptitud para la producción agropecuaria.

Mientras tanto, hay que recordar que es muy mala la experiencia regional en la fase de cierre de este tipo de emprendimiento a cielo abierto; tanto como para recomendar la adopción a priori una actitud bastante desconfiada a la hora de discutir las condiciones que el estado debe exigir a las empresas mineras interesadas.

Es frecuente que una vez agotado el yacimiento de valor comercial y cuando se debe ingresar en la fase de restauración y descontaminación de la zona la empresa —de capitales extranjeros— desaparece como tal, ya sea dando quiebra, disolviéndose o esfumándose. El resultado es altamente negativo, dejando un pasivo ambiental y económico de gran magnitud que termina irremediablemente asumido por el gobierno local o el nacional.

Por eso, cuando se plantean grandes proyectos de este tipo en el país, el apuro y el capricho son pésimos consejeros.

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Hernán Sorhuet Gelós

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