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Pantanal en llamas

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Como establece la dinámica de las estructuras ecosistémicas, los biomas regionales están íntimamente relacionados entre sí.

A la tragedia ambiental ocurrida recientemente en el Amazonas a causa de la interminable sucesión de incendios, se le suma ahora el gran Pantanal. Desde febrero el más grande humedal del planeta padece similar devastación, sufriendo enormes pérdidas materiales y de su biodiversidad (una de las más ricas del planeta). La inusual falta de agua parece ser el factor principal para la acción de oportunistas que aprovechan la situación para tratar de cambiar el uso de la tierra de manera ilegal y extrema.

La estación húmeda, de abundantes lluvias, se extiende anualmente desde noviembre a mayo. Para tener una idea de la magnitud de este extraordinario fenómeno natural, en ese inmenso territorio (más de 300 mil kilómetros cuadrados) el nivel del agua sube unos 3 metros, desbordando todos los ríos y anegando un 80% de su extensión; se comporta como un enorme delta interno por la confluencia de varios ríos, entre los que sobresale el Paraguay.

Queda claro que lo que está ocurriendo allí se debe a varios factores.

Estamos en un año extremadamente seco, con escasísimas lluvias, temperaturas muy elevadas y baja humedad en el aire. Por lo tanto, no ocurrieron las esperadas inundaciones.

No se sabe cuánto ha incidido en este inusual comportamiento lo ocurrido en la vecina Amazonia. Pero está claro que lo ha hecho. El comportamiento hídrico de la gran selva sudamericana resulta esencial para el régimen anual de lluvias del Pantanal y la Cuenca del Plata. Las perturbaciones que la escalada de incendios le provoca, inevitablemente impactan en el resto de la región.

Los fuegos en el Pantanal comenzaron en febrero, época en que debió estar cubierto de agua.

Muchas personas inescrupulosas percibieron esta situación como una oportunidad para deforestar y arrasar quemando grandes extensiones de la vegetación natural.

La mayor parte de este humedal se localiza en territorio brasileño (estados de Mato Grosso y Mato Grosso del Sur); el resto pertenece a Bolivia y Paraguay.

Está claro que el Pantanal no concita la atención internacional que logra la Amazonia en los grandes medios y gobierno influyentes, lo cual al parecer se refleja en una reacción proporcional de la opinión pública, de las autoridades estaduales, federales y nacionales. Hay que puntualizar que la vulnerabilidad del Pantanal también se explica por el hecho de que el 95% de su superficie está en manos privadas y solamente el 5% está protegido.

Es evidente que la situación deja el descubierto una peligrosa fragilidad en la gestión del Pantanal. Lo que allí ocurre está en las antípodas del concepto de sostenibilidad recomendado para dirigir cualquier gestión de los recursos naturales y, en especial de los patrimonios de diversidad biológica de los países.

Una vez más los hechos encienden las alarmas en Sudamérica. El futuro de nuestra región debe construirse sobre la exuberante riqueza natural que aún sobrevive, utilizando el conocimiento científico, el sentido común, y las oportunidades de desarrollo de calidad superior que nos ofrece la conservación como buque insignia del siglo XXI.

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