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Un Ministerio de Medio Ambiente

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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En el programa de gobierno del Partido Nacional se subraya que el país vive una emergencia ambiental, lo cual es cierto.

No sabemos qué hacer con los serios niveles de contaminación que presentan la mayoría de los cursos de aguas superficiales del país, los procesos de degradación y pérdida de suelos, el avance silencioso de especies exóticas perjudiciales, y la pésima gestión de los residuos sólidos y líquidos que se lleva a cabo en casi todo el territorio nacional.

En lo institucional se propone la creación de un Ministerio de Medio Ambiente con la intención de combatir la superposición y conflictos de competencias en esta materia entre numerosas reparticiones gubernamentales. Pero también apunta a jerarquizar el tema en la agenda pública.

La idea no es crear más burocracia, sino reubicar funcionarios y recursos presupuestales, ordenar tareas, y mejorar la profesionalización de sus actividades, a través de algo esencial para construir un estado moderno: el fortalecimiento de la independencia funcional y de la autonomía técnica.

Cuando en mayo de 1990 se creó el actual Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, celebramos la idea porque el gobierno introducía institucionalmente el tema ambiental a la agenda pública, nada menos que con rango de secretaría de estado. Aunque ya entonces señalamos que debía ser solo un ministerio del ambiente, sin Vivienda; éramos conscientes de que en ese momento era un paso enorme el que se daba.

Han transcurrido casi tres décadas de aprendizajes, de éxitos y fracasos, y si el 24 de noviembre se logra un cambio político en la conducción de los destinos del país, nos parece oportuno que la coalición liderada por el Partido Nacional concrete esta idea; porque urge utilizar con más eficiencia y celeridad los recursos técnicos, concentrar múltiples actividades con objetivos comunes, y dar respuestas más acertadas a los desafíos diarios que plantea la sociedad uruguaya.

Lo que resultan muy curiosas son algunas críticas realizadas a esta propuesta por jerarcas y algunos asesores del candidato frentista, focalizadas en que ya existe un ministerio ambiental.

Recordemos que en diciembre de 2015 esa coalición de gobierno creó la Secretaría Nacional de Ambiente, Agua y Cambio Climático, pero dependiente de la Presidencia de la República. La única explicación razonable para llevar adelante este incremento de la burocracia estatal fue darle una nueva atribución en materia ambiental a la Presidencia -no prevista en la Constitución- que quede fuera del control parlamentario. Hagamos memoria: el entonces presidente Mujica anunció su intención de trasladar a la Dirección Nacional de Medio Ambiente a la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de la Presidencia, lo que le hubiese significado una notoria pérdida de su independencia técnica.

Y aquí viene lo mejor de su amnesia. Ante la lluvia de críticas recibidas por la creación de la Secretaría, la Presidencia justificó la decisión señalando que era una creación transitoria debido a la falta de dinero, “es un camino previo a la futura creación de un ministerio que atienda exclusivamente los citados temas”.

La secretaría debe desaparecer y el nuevo ministerio concentrarse en medio ambiente.

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