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hernán sorhuet gelós
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Las urgencias cotidianas no deben desenfocarnos de objetivos que a la postre resultarán de extrema importancia para el bienestar y progreso de la humanidad. Nos referimos a la generación de conocimiento relevante para mejorar la salud de las personas.

Por eso el apoyo e impulso del saber científico y del desarrollo tecnológico conexo son decisiones fundamentales para conseguirlo.

Tomemos un ejemplo de algo extraordinario que está ocurriendo, aunque pasa desapercibido para la mayoría de las personas. La ciencia avanza a paso firme en la lucha contra las enfermedades degenerativas y el envejecimiento. Sabemos que la vejez no es una enfermedad sino una etapa de la vida en la cual se presentan algunas enfermedades prevenibles. La medicina regenerativa avanza en el combate de las llamadas células senescentes para ampliar la expectativa de salud de las personas. La ciencia sabe que es posible reconstruir la salud y está trabajando en ello.

A título de una muy simple explicación diremos que con el paso de los años en nuestro organismo la lenta y normal reposición celular de los órganos y tejidos comienza a realizarse con algunos defectos (mutaciones), se enlentece más de lo debido o dejan de hacerlo. Por esta razón, por ejemplo con el aumento de la edad crece la probabilidad de desarrollar un cáncer.

Los científicos descubrieron que los telómeros -estructuras ubicadas en los extremos de los cromosomas lineales de nuestras células responsables de preservar la integridad del ADN- se van acortando a medida que las células gastadas son reemplazadas por nuevas a lo largo de la vida, dando la aparición de células senescentes con pérdida de capacidad reproductiva, y con ellas probables problemas de salud. También hallaron una enzima: la telomerasa que actúa alargando a los telómeros, revirtiendo el proceso anterior. Con estos conocimientos en el laboratorio ya se logró extender la vida a animales de ensayo. Significa que estamos avanzando en un camino cierto contra el envejecimiento y las enfermedades degenerativas. Es una noticia extraordinaria.

Los científicos de cada país son muy pocos y, por lo tanto, no tienen peso para incidir en la toma de decisiones sobre inversiones destinadas a impulsar centros de investigación de excelencia. Es la sociedad la que puede ejercer su gran poder sobre las autoridades, demandándole que el país se encamine decididamente hacia la ciencia y el conocimiento.

Aquí hay mucho talento; quedó demostrado en la pandemia. Siempre hemos aceptado como algo inexorable “exportarlo” para que se despliegue plenamente en sitios donde está el gran conocimiento. Vivimos en un mundo muy interconectado. Si lográramos abrir aquí más centros de excelencia como el Instituto Pasteur, podríamos atraer el retorno de algunos de ellos a trabajar en su país. Y más jóvenes se verán atraídos por esta fascinante profesión que procura mejorar la vida de las personas.

Estamos convencidos de que la generación de conocimiento de vanguardia puede ajustarse a la perfección a nuestras peculiaridades. Así como nos eligen para realizar grandes inversiones industriales y comerciales (ventajas comparativas), también podríamos atraer a la ciencia y la tecnología de punta. Vale la pena esforzarnos en ello.

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