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En su justo término

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Cuando se trata de asuntos a escala planetaria, siempre hay que esperar la generación de problemas severos. Desde hace años la producción, uso y desecho de los materiales plásticos constituye un “dolor de cabeza” para todas las sociedades.

Cuando el camino recorrido es el rectilíneo se suele arribar a conclusiones equivocadas. Porque en un mundo complejo, condicionado por un sinnúmero de variables interactuantes, nunca resulta una buena consejera la simplificación de la realidad.

La irrupción del plástico a la vida de la gente fue y es una gran noticia. Porque se trata de un material caracterizado por muchas virtudes, capaz de brindarnos una multiplicidad de ventajas en su uso. Es barato, higiénico, inerte, liviano, durable, maleable como pocos, de dureza variable según las necesidades, y muy sencillo de fabricar. Por estas virtudes es que ha logrado sustituir -casi siempre con ventajas- a la mayoría de los materiales que se utilizaban para la fabricación de los objetos que nos rodean. Hoy resulta inimaginable nuestro mundo, nuestra realidad sin plásticos.

¿Por qué, entonces, se despliegan tantas campañas en su contra?

La respuesta es sencilla. Los serios problemas de contaminación por plásticos que enfrentamos en varios frentes a escala local y global, no tienen que ver con su existencia sino con algunos aspectos vinculados a sus usos y, sobre todo, con los pésimos hábitos que tenemos a la hora de convertirlos en desechos.

Estamos comprometiendo la homeostasis de los mares por el vertido diario a sus aguas de grandes cantidades de residuos plásticos. Una de sus consecuencias directas es la afectación de las pesquerías en cantidad y calidad.

Sabemos que incluso parte de esa contaminación terminamos ingiriéndola en forma de micropartículas.

En tierra firme los vertederos se llenan con miles de toneladas de estos materiales, con el agravante de su extraordinaria longevidad que garantiza su presencia por años, e incluso siglos.

Lo importante es realizar una focalización correcta del asunto. No se trata de hacer a un lado el uso del plástico sino de reaprender a utilizarlo correctamente en todo aquello que resulta insustituible, pero, sobre todo a desecharlo de manera cuidadosa y ordenada para facilitar su aprovechamiento y su correcta disposición final.

A medio camino de estas prácticas se ubica otra estrategia muy necesaria que es, por cierto, extensible a cualquier otro material. Nos referimos a asumir el compromiso personal del consumo responsable, evitando los excesos así como todo aquello innecesario o superfluo. La escala del problema nos lo demanda. Resulta obvio que cada uno de nosotros somos parte directa del problema, por lo tanto debemos ser protagonistas activos de las soluciones.

En esa dirección toda acción cuenta, por insignificante que parezca. Porque las conductas individuales son la clave del éxito en la búsqueda de una gestión sostenible de los residuos. Por un lado controlando y exigiendo el cumplimiento de las responsabilidades institucionales. Pero por otro, transformándonos en multiplicadores ambientales que, con nuestro ejemplo cotidiano, ayudemos a mitigar los efectos negativos de uso y consumo indebido de los plásticos.

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