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El jaque del clima

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hernán sorhuet gelós
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Las cumbres sobre el cambio climático se organizan sin pausa con la esperanza de alcanzar avances significativos para el mundo.

Cada vez conocemos mejor y sabemos más sobre el fenómeno global que no amenaza de manera tan explícita.

En setiembre Nueva York recibirá a los representantes de los gobiernos, del sector privado, de la sociedad civil, autoridades locales y organismos internacionales en la cumbre Acción Climática, con la intención de mejorar lo conseguido en el Acuerdo de París (redactado en diciembre de 2015, firmado en abril de 2016 y en vigor desde el 4 de noviembre de 2016).

La pésima noticia es que, a pesar de las promesas y los discursos, las emisiones a nivel mundial están alcanzando niveles sin precedentes, lo que significa que se incrementen los riesgos climáticos (eventos naturales extremos más frecuentes y con mayor violencia; afectación de la producción agropecuaria; incremento de muchas enfermedades y del deterioro de la seguridad alimentaria; deterioro en las economías con mayor pérdida de empleos; aumento de la vulnerabilidad de las sociedades y grupos más indefensos; etc.).

La humanidad ya está pagando un alto precio y todo indica que se incrementará.

A pesar ello podemos ser optimistas porque si actuamos con decisión y prontitud, aún estamos a tiempo de reducir las emisiones de carbono de aquí a 12 años y frenar el aumento de la temperatura media anual por debajo de los 2º C -o incluso a 1,5º C que sería el ideal- tomando en cuenta los niveles que se registraron en la época preindustrial. Esto será posible si utilizamos muy bien dos herramientas fundamentales: las tecnológicas y las económicas.

Gracias a las nuevas tecnologías -que se “reinventan” permanentemente- disponemos de soluciones capaces de suplantar las energías fósiles por renovables, haciendo que ya resulten más baratas en casi todas las economías. Año tras año consiguen mejorar la eficiencia energética, lo que significa ahorro de dinero y consumo.

Pero el desafío sigue siendo grande porque los cambios que se necesitan demandan valentía política, compromiso empresarial y social y mucho dinero.

En la reunión de Nueva York se abordarán las negociaciones para poner decididamente en marcha cambios radicales como: terminar con las subvenciones a los combustibles fósiles y a la agricultura de alto impacto climático; sentar las bases para una rápida sustitución del parque automotor tradicional por eléctrico; acelerar el cierre de las centrales eléctricas de carbón y detener la construcción de nuevas.

Sin duda un desafío enorme pero necesario. Para que sea posible, la acción deberá centrarse en movilizar la financiación necesaria para alcanzar la descarbonización de los sectores prioritarios de la economía, energías renovables, transformación industrial del petróleo, la química, la siderurgia, cementeras y del gas.

Cada gran acción que de aquí en más se proyecte deberá estar regida por la reducción de emisiones, la conservación de la diversidad biológica -sostén esencial de los ecosistemas-, conseguir la mitigación y la resiliencia de los pueblos y ciudades, donde habita la mayor parte de la humanidad.

Hay muchísimo por hacer.

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