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Más inteligencia y sentido común

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Aunque no se refleja en la preocupación general, a fin de año en París las naciones del mundo deberán decidir qué futuro tendrá la humanidad. Puede sonar exagerado, pero no lo es.

Aunque no se refleja en la preocupación general, a fin de año en París las naciones del mundo deberán decidir qué futuro tendrá la humanidad. Puede sonar exagerado, pero no lo es.

Se espera que en la Conferencia sobre Cambio Climático (COP 21) se acuerden compromisos y medidas de fondo que reencaucen el rumbo de la civilización hacia la sostenibilidad, el sentido común y el control del calentamiento global. Deberá incluir un fuerte compromiso para ayudar a la adaptación de los pueblos a un nuevo escenario climatológico, especialmente de parte de los países más poderosos.

La educación y la comunicación son áreas estratégicas para prepararnos lo más rápido posible ante tantas contingencias que ya se están presentando en toda la región. El mes pasado Unesco y Carta para la Tierra reunieron en Costa Rica a educadores expertos en el cambio climático de América Latina y el Caribe, para discutir ideas y estrategias.

El punto de partida es comprender que no podemos hacer que desaparezcan los cambios provocados por las acciones humanas, pero sí impedir que la situación ya instalada empeore y llegue a límites graves para nuestra supervivencia. El problema mayor es que la sociedad no parece percibir la inminencia del peligro, en buena medida por la acción deliberada de grupos con intereses creados en mantener el statu quo.

En la reunión de Costa Rica se discutió cómo corregir esta situación, apelando especialmente a la información y la comprensión. Sabemos que la principal fuente de información sobre cambio climático son los medios de comunicación, aunque están lejos de brindar un servicio de calidad en ese sentido. Por su parte el sector educativo enfrenta múltiples dificultades para formar a ciudadanos planetarios, bien informados, sensibilizados, solidarios y comprometidos con el futuro global -sin dejar de priorizar sus necesidades esenciales.

El primer obstáculo a derribar es rever estilos de vida, modelos de producción y uso de los recursos naturales, que están llevando a la humanidad a esta encrucijada tan peligrosa, de cambios ambientales cada vez más adversos para la salud y el bienestar general. Son cambios muy difíciles de conseguir pues requieren de mucha voluntad por tener costos personales y grupales.

Se habló con insistencia de la necesidad de cargar emocionalmente los discursos del cambio climático, hablando de las amenazas que suponen para la seguridad, la salud, la economía personal, la paz y demás aspectos de la vida de las personas. Es una buena forma de que este problema resulte más significativo y relevante para cada uno.

Esos discursos deben sustentarse en informaciones correctas, para que esa alfabetización climática abarque a toda la comunidad educativa, de manera fácil y armoniosa. Poca información pero clara y útil para la realidad cotidiana de las personas, fue la conclusión lógica para los expertos, tomando en cuenta todo lo que hay disponible en la actualidad. Quedó claro que ante la compleja y grave situación que enfrenta la humanidad a escala global, resulta inadmisible seguir pensando que la ciencia podrá solucionarla. Tanto la educación como la comunicación deben trabajar duro para ayudar a revalorar el conocimiento empírico adquirido.

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Hernán Sorhuet Gelós

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