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La hora de los océanos

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El gran desconocimiento que la humanidad tiene de los mares y océanos podría ser una de las causas principales del elevado nivel de degradación y contaminación que padecen.

Aunque ocupan el 70% de la superficie del planeta somos en extremo descuidados con su “salud”, a pesar de que el conocimiento científico demuestra que nuestra existencia está muy ligada a ella.

Por ser seres de biología terrestre, le hemos prestado mucha menos atención a la estructura y al funcionamiento de los mares. Apenas nos interesamos en aprender a utilizarlos como fuente alternativa de alimento y como rutas de navegación.

Sabemos muy poco sobre su dinámica química, física, biológica y ecológica, lo cual nos está cobrando un alto precio traducido en absurdas agresiones por vertimiento de sustancias y productos, el vaciamiento de las pesquerías, el efecto invernadero y la afectación del plancton.

A medida que avanzan las investigaciones sobre la dinámica de los océanos, los result

El gran desconocimiento que la humanidad tiene de los mares y océanos podría ser una de las causas principales del elevado nivel de degradación y contaminación que padecen.

Aunque ocupan el 70% de la superficie del planeta somos en extremo descuidados con su “salud”, a pesar de que el conocimiento científico demuestra que nuestra existencia está muy ligada a ella.

Por ser seres de biología terrestre, le hemos prestado mucha menos atención a la estructura y al funcionamiento de los mares. Apenas nos interesamos en aprender a utilizarlos como fuente alternativa de alimento y como rutas de navegación.

Sabemos muy poco sobre su dinámica química, física, biológica y ecológica, lo cual nos está cobrando un alto precio traducido en absurdas agresiones por vertimiento de sustancias y productos, el vaciamiento de las pesquerías, el efecto invernadero y la afectación del plancton.

A medida que avanzan las investigaciones sobre la dinámica de los océanos, los resultados son peores de los que se pensaban, provocados por las actividades humanas sin control.

Existe sobreexplotación pesquera en un 30% de los recursos conocidos, al punto que se considera en riesgo real el futuro a mediano plazo de los bancos de peces.

La población de vertebrados marinos disminuyó casi en un 50% en los últimos 50 años. Sabemos que dos tercios de todo el oxígeno que se agrega cada año a la atmósfera son producidos por el plancton marino. Por lo tanto, son los mares los verdadero “pulmones” del planeta, y no las grandes selvas como suele decirse.

Entre el 10% y el 15% de la humanidad tiene en la pesca su principal sustento. Su valor económico es indiscutible, pero las regulaciones y controles no funcionan ni por asomo como deberían.

Con respecto al cambio climático, son los océanos los responsables de absorber del aire enormes cantidades diarias de dióxido de carbono, contribuyendo de manera fundamental a amortiguar el calentamiento global y a regular el clima mundial.

Debemos tomarnos muy en serio la conservación de los océanos.

Hasta ahora los organismos internacionales, las organizaciones no gubernamentales, el mundo académico, las iniciativas de algunos gobiernos no han podido lograr avances tangibles en su protección.

La triste realidad es que las “aguas internacionales” son “tierra de nadie”. Lo que allí sucede casi nadie lo controla y el perjuicio es para todo el planeta.

Esto nos lleva a pesar si no es hora de modificar la estrategia en materia de protección global. ¿Será tiempo de concretar un gran acuerdo mundial para ampliar significativamente la superficie de los océanos protegidos?

Creemos que sí.

En lo que tiene que ver con los recursos marinos internacionales que hoy se explotan sin control para beneficio de empresas, consorcios y gobiernos, esa disponibilidad se deberá restringir tomando en cuenta el conocimiento científico más serio.

Existe alta tecnología de contralor satelital disponible para realizar un control serio y responsable que eviten las agresiones en materia de vertimientos y depredación de recursos. Solo falta la voluntad política de los gobiernos del mundo. 

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Hernán Sorhuet Gelós

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