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HERNÁN SORHUET GELÓS
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El comienzo de la distribución mundial de las vacunas contra el virus Sars-Cov-2 abre una esperanza cierta para controlar a la gran pandemia de este siglo. 

Para nuestro país en particular la llegada de las vacunas y la inoculación de la amplia mayoría de la población seguramente será el principio del fin del descontrol provocado por este mortal flagelo.

Resulta poco creíble que sean muchos los compatriotas que opten por no inocularse porque equivaldría a asistir voluntariamente y sin tapabocas, a reuniones en recintos cerrados con personas infestadas. Y si el temor es sufrir algún efecto secundario negativo (como lo tiene cualquier medicamento) ocasionado por la inoculación, si no recibimos la vacuna una posibilidad latente será la muerte o provocársela a alguien muy cercano.

La mayor fortaleza que nos está dejando el covid-19 es el reconocimiento y la valoración de nuestros científicos. Esta situación ha servido para demostrarnos a todos la enorme importancia que tiene el desarrollo y la aplicación del conocimiento científico para mejorar la calidad de vida de la gente. Estamos visualizando cuánto vale la pena invertir en su desarrollo, en la formación de expertos en las más diversas áreas.

El Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) constituye un ejemplo extraordinario. Los mejores científicos del país se nuclearon para asesorar al Gobierno en esta emergencia extrema, tanto en salud, asistencia y prevención de la enfermedad, como en modelos y ciencia de datos vinculados a la pandemia. El Coordinador General, Dr. Rafael Radi, los coordinadores de las dos áreas, Dres. Henry Cohen y Fernando Paganini, con sus respectivos equipos, han demostrado una profesionalidad y un patriotismo digno del mayor elogio.

Sin saber aún cuáles serán los resultados finales de este gigantesco desafío para el pueblo uruguayo, debemos sentirnos muy orgullosos por la capacidad y el compromiso demostrados por nuestros expertos académicos en esta emergencia. Desde el primer momento (a mediados de abril de 2020) respondieron al llamado, porque su compromiso personal y grupal es con el bienestar de nuestra gente.

Desde ese momento trabajan con el gobierno, lo más estrechamente posible, sabiendo que en el acierto o en el error es a este a quién le corresponde tomar las decisiones. No debemos olvidar la idoneidad técnica del grupo Transición UY coordinado por el Ec. Isaac Alfie, encargado de recibir, evaluar y elevar los informes del GACH -con las sugerencias correspondientes- al Presidente de la República.

Una primera enseñanza que nos ha dejado este tsunami en el país es cuánto vale la pena invertir en ciencia. Como tantas veces se ha repetido no se trata de un “gasto” sino de una “inversión” muy inteligente.

Cuando se alejen los nubarrones de la pandemia, cuando la nueva normalidad le permita al país encauzar sus actividades, fortaleciendo el trabajo, la economía y la educación, un capítulo que necesariamente deberá resultar favorecido y fortalecido es el del desarrollo de nuestras capacidades científicas y técnicas. Si hoy nos sentimos orgullosos con el desempeño de nuestro GACH -a pesar de la histórica baja inversión en ciencia-, imaginemos lo que ocurrirá en el futuro si invertimos mucho más en ella.

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