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Hay que estar preparados

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Retomando el análisis de la esencialidad del agua potable ante la nueva perspectiva que se introdujo con su ingreso al mundo bursátil y de la especulación, queremos comentar algunos aspectos que pueden contribuir con el proceso de reflexión de un asunto tan serio como este.

Desde el actual posicionamiento del tema, rápidamente se puede argumentar que es una exageración encender alarmas. Se puede decir que estamos muy lejos de hablar de privatizaciones que pongan en riesgo el acceso diario de las personas al agua para satisfacer sus necesidades esenciales.

Pero como en todas las cuestiones importantes de la vida de las comunidades, la previsión es la estrategia más inteligente para evitar costosos y dolorosos errores.

Vivimos en un mundo inquietante, acelerado por las transformaciones de toda índole y condicionado por limitaciones que exigen cada vez más cooperación, coordinación y materia gris utilizada para el bien común. El agua nos plantea el ejemplo ideal.

Echándole un vistazo a nuestro planeta, primero se formó la geosfera (solo materia inerte y energía). Luego se abrió paso la vida, interactuando y cambiando cada vez más a ese mundo, surgiendo la biosfera. Y con ella llegamos los seres humanos con nuestra gran capacidad de modificar a la biosfera mediante un experimento de ensayo-error que ha dado lugar a lo que podríamos llamar la noósfera, o sea un planeta que se reinventa por acciones de las fuerzas y ciclos naturales afectados cada vez más por la inteligencia humana.

Esta es la razón principal de porqué los temas ambientales cada vez tienen mayor importancia en todo los ámbitos de la vida.

Sabemos que el agua es un recurso excepcionalmente escaso en el sistema solar y quizás en la galaxia. Sin él se puede decir que no existe la vida.

Como no podemos inventarla, el agua debe ser tratada y gestionada como un valor supremo. Pero en los hechos no es así. Todos los días la derrochamos, la contaminamos con total desparpajo, como si se tratara de algo infinito y de poco valor.

Esta línea de pensamiento podría conducirnos fácilmente hacia la conclusión de que su valoración en los mercados financieros y de especulación, puede ser el camino correcto para cambiar esa mirada desinteresada que conduce a conductas tan descuidadas.

Sin embargo, entendemos que esta compartimentación valorativa provocará más daños que beneficios, porque haría legal su privatización, a partir de simplificar al agua como otro bien cuantificable, dejando en un segundo plano sus aspectos más trascendentes, como que el acceso al agua es un derecho humano esencial, o que la protección de los ciclos hidrológicos garantizan la salud de la biosfera y homeostasis de los ecosistemas.

Sabemos lo que ocurre cuando la gran especulación y los grupos de inversión más poderosos del mundo se apoderan de algo. Por eso hay que anticiparse a los acontecimientos y tomar precauciones para que no ocurra.

Así como Uruguay se blindó en lo local contra la privatización del agua, las naciones deberían realizar un gran acuerdo mundial en el mismo sentido. Y dejar muy claro cuáles serán los límites de usos y comercialización del agua, dentro y fuera de las fronteras nacionales.

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