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Grandes enseñanzas

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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La violenta irrupción del Covid-19 a este presente de la humanidad ha modificado la realidad en varios aspectos.

Demostró que se nos pueden presentar de improviso amenazas muy serias, ante las cuales ninguna nación estaba preparada, sin importar las diferencias de todo tipo que caracterizan el escenario mundial.

Una vez más la primera confirmación que acapara la unanimidad de las opiniones es que ciencia y el sentido común son las dos herramientas más valiosas con que contamos para enfrentar los retos actuales y futuros.

Con respecto a este nuevo virus denominado Sars-Cov-2 -perteneciente al grupo de los coronavirus-, su fulminante aparición deja en evidencia la necesidad de rever nuestra visión de la biosfera, hasta ahora percibida como el simple escenario en el cual desarrollamos nuestras vidas; y pasar a visualizarla como una realidad mucho más compleja, repleta de desconocidas interacciones entre los seres vivos y los elementos inertes que la conforman.

Estos sacudones ayudan -y mucho- a comprobar lo distantes que estamos de comprender su real entramado y funcionamiento.

En este caso se trata de un formidable enemigo que es microscópico, que ni siquiera se considera un ser vivo (virus) y, sin embargo, con su extraordinaria simplicidad es capaz de poner en jaque a la humanidad.

El origen más probable del virus es animal (murciélago de China), lo cual coloca una vez más sobre la mesa la especial atención que deberíamos prestarle a las zoonosis conocidas, y a las que podrían surgir (como ha ocurrido varias veces en los últimos años).

Las mayores incertidumbres se focalizan en los animales salvajes porque es donde demostramos tener mayor ignorancia. De hecho, la ciencia está convencida de que, por falta de investigación, ignoramos la existencia de miles -o tal vez más- de especies que habitan nuestro planeta.

No es casualidad que en los variopintos mercados chinos, donde se comercializan toda clase de animales domésticos y salvajes para su consumo -como marcan su cultura y tradiciones- hayan posibilitado ese salto del virus patógeno de animales a personas.

El sentido común marca que mientras la ciencia no dé garantías de seguridad a esos usos vernáculos, las autoridades deberían prohibirlos con total eficacia, porque lo que está en juego es la salud de las personas.

Hoy sabemos, a ciencia cierta, que es posible el surgimiento de nuevas pandemias muy peligrosas a partir de esa transferencia de agentes patógenos.

Por lo tanto ya es hora de que se tomen medidas gubernamentales restrictivas y, al mismo tiempo, se efectivicen campañas masivas de concienciación, para incentivar cambios de conducta que permitan erradicar costumbres peligrosas de manipulación descuidada de animales salvajes con fines diversos.

Lo que ha quedado plenamente demostrado con el azote de este pandemia es la necesidad imperiosa que tenemos de apoyar, promover y estimular el desarrollo de las ciencias. No se trata de satisfacer el gusto de algunos pocos, sino de demostrar inteligencia y decisión para cimenta con solidez las bases de un mejor futuro y desarrollo de nuestros pueblos.

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