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El gran desafío secular

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hernán sorhuet gelós
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Hasta la llegada del concepto de “desarrollo sostenible” que hoy todos manejamos, los pueblos del planeta nunca habían compartido la idea de que los seres humanos tenemos un presente y un futuro común, que depende esencialmente de la calidad del ambiente.

Porque el planeta es uno solo y lo que ocurra en él nos afecta a todos. En ese senti-do la creación del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPC -por sus siglas en inglés) en 1988 fue un paso clave para el abordaje del desafío más grande del presente siglo: el calentamiento global.

Integrado por los mejores científicos e investigadores del mundo, este grupo se dedica a analizar todo el conocimiento que se va generando en la materia, con el fin de poner a disposición de los tomadores de decisiones, la información más relevante y útil, incluyendo las alertas surgidas de sus predicciones y proyecciones.

Es así como se han ido estableciendo metas cada vez más acotadas y preocupantes.

El cambio climático no se puede detener, solo mitigar. Pero hay que alcanzar rangos “seguros”, que en el caso del calentamiento global el IPCC fijó en menos de 1,5 grados centígrados. La muy mala noticia es que si se cumplieran todas las promesas firmadas por los países en el Acuerdo de París (2015) aun así las temperaturas ascenderían 3º C para el final de este siglo.

¿Se puede equivocar el IPCC en sus conclusiones? Sí, claro, pero se trata del mejor conjunto de especialistas en la materia con que cuenta la humanidad, así que desconocerlo es un acto de alta irresponsabilidad y de supina ignorancia.

Basado en los compromisos firmados de mitigación de la emisiones para 2100 se calcula que el alza de la temperatura será de 2.9º C. Pero tomando en cuenta las actuales políticas de desarrollo puestas en práctica por los países alcanzaremos 3,5º C. Y si las naciones bajaran los brazos y no actuaran al respecto el incremento llegaría a 4,5º C.

Son temas de alta complejidad pues incluyen obstáculos morales, socioeconómicos, políticos, científico-tecnológicos, culturales y socio-cognitivos a superar.

Hasta ahora solo se ha hecho una determinada alfabetización científica en la sociedad, basada en la difusión de información de la ciencia climática. Es la que predispone a que la toma de decisiones quede, en buena medida, en manos de científicos y especialistas.

Pero se necesita alcanzar el involucramiento directo -y lo más masivo posible- de la gente, modificando procesos sociales y culturales que permitan desarrollar construcciones diferentes, mediante nuevas respuestas a los retos cotidianos.

Resulta obvio que hay que sumar al conocimiento científico la experiencia social -incluyendo los necesarios cambios de conducta-, la actualización de los modelos de desarrollo; lo que significaría un triunfo sobre las normales resistencias que siempre generan los cambios cuando son significativos.

Constituye una ardua tarea porque además hay que neutralizar muchas deliberadas interferencias señalando, aquí y allá, contradicciones de distinta naturaleza, con el fin de amortiguar la percepción social sobre la amenaza climática y, con ello, debilitar las exigencias a las autoridades y retrasar los cambios de comportamiento.

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