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Un futuro inteligente

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Nos encaminamos lentamente a una recuperación general “pospandemia”. Aunque estamos lejos de haber superado el azote mundial y local del Sars-Cov-2, sí estamos avanzando en la reconstrucción paulatina de la cotidianidad, evaluando los daños y proyectando líneas de reactivación.

Son tiempos muy buenos para fijar una mirada más aguda acerca de cuáles son los problemas más prioritarios a atacar, porque las circunstancias nos impusieron un inesperado “parate”.

Las urgencias mayores, como el desempleo y la pérdida de poder adquisitivo no deben impedirnos “ver el bosque” porque, hay que aprovechar la coyuntura para tomar buenas decisiones de largo alcance. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, con buen criterio, advierte de la triple crisis que enfrentamos, fundamentalmente por el incumplimiento de los compromisos que hemos asumido todos.

El calentamiento, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación son realidades que nos golpean todos los días, de manera poco perceptible por las personas, pero con el agravante de ser procesos progresivos. El mundo científico nos tiene muy bien informado acerca de la situación actual. No se entera quién no quiere.

La amenaza más grave alertada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es contundente cuando habla del “punto de no retorno” si alcanzamos un incremento de la temperatura global del planeta de 3º C respecto a los niveles preindustriales; y por ahora hacia ahí marchamos.

El regreso de EE.UU. al Acuerdo de París anunciado por la nueva administración estadounidense es una buena noticia, considerando el peso que tiene la primera potencia mundial en el devenir del planeta.

Pnuma informa que más de un millón de especies de animales y plantas están en peligro de extinción, lo que en términos de calidad de vida de los humanos significa un deterioro significativo de la estructura y el equilibrio de los ecosistemas en los que desarrollamos nuestras actividades y vivimos con nuestras familias.

Somos conscientes de que tenemos que revertir ese proceso pernicioso, aunque la tarea se nos presenta abrumadora porque las urgencias cotidianas nos imponen una miopía que tiende a ser crónica.

En cuanto a la contaminación generalizada del aire, del suelo, del agua, de los alimentos, etc. lo primero a señalar es que también se expande de manera paulatina. Estamos acostumbrados a ella, aunque algunos números liados a este flagelo son terribles y sirven como muestra del tremendo daño que nos produce: provoca 9 millones de muertes prematuras.

El objetivo mayor es avanzar con determinación, valentía e inteligencia hacia una realidad general mejor, que sea capaz de acercarnos a esa utopía de un tiempo en el cual la humanidad haga las paces con la naturaleza; en otras palabras, con su propia esencia.

Hagamos el mayor esfuerzo posible para que en los planes de recuperación social y de las economías en que todos los países estamos embarcados, le demos una oportunidad real a que sus principales definiciones estén marcadas por una visión de sustentabilidad en todos los aspectos.

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