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Un fracaso estrepitoso

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Culminó hace unos días en la ciudad de Madrid la cumbre sobre el cambio climático más larga de la historia, pues se extendió dos días más de lo previsto.

Los resultados fueron decepcionantes, quedando en evidencia la importante brecha existente entre los Gobiernos y la ciencia sobre la crisis climática.

Volvemos una vez más al punto de partida de discusión de un tema tan trascendente como este para el futuro de la humanidad.

¿Cómo es posible que no se tome muy en serio las alertas emitidas por el mundo científico acerca de esta situación que afectará muy negativamente la vida de las personas?

Se sabe que los esfuerzos a realizar para evitarlo tienen sus costes económicos y sociales, pero bien valen la pena si con ello se evitan males y gastos mucho mayores.

La meta idea es lograr que el incremento del calentamiento no supere 1.5 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales. La ONU advierte que para lograrlo se deben multiplicar por cinco los esfuerzos actuales de reducción de las emisiones. Y por tres, para no superar los 2 grados.

Como están hoy planteadas las cosas, según lo comprometido por los países en la Cumbre de Paris, el incremento alcanzará al menos 3.2 grados, lo que sería muy malo.

Ni siquiera se logró que en las declaraciones finales de la Cumbre de Madrid -con 200 países participantes- figurara un llamamiento explícito a todas las naciones a presentar en 2020 compromisos nacionales más duros, por la resistencia ejercida por los grandes países emisores de gases de efecto invernadero.

Solamente 84 países se comprometieron a presentar planes más estrictos; pero en ese grupo no están Estados Unidos, China, Rusia e India que juntos suman alrededor del 55% de las emisiones mundiales.

Todo parece indicar que el único camino a seguir que podría revertir esta peligrosa tendencia es el de la innovación tecnológica. Si conseguimos que las fuentes de energías limpias de carbono sean más baratas que los combustibles fósiles, entonces sí las emisiones globales de gases de invernadero caerían bruscamente.

Pero para que ello sea posible es necesario una apuesta muy fuerte a su desarrollo, tanto con recursos humanos como económicos.

La única buena noticia emergente en estos días proviene de Bruselas. La Comisión Europea lanzó el Pacto Verde de emisiones cero para 2050. Mediante una firme reconversión industrial y energética, 27 estados miembro (Reino Unido ya no estuvo presente) se pusieron de acuerdo en alcanzar el objetivo de la neutralidad climática para dentro de 30 años.

Para lograrlo este pacto dispondrá de un fondo de financiación que movilizará hasta 100.000 millones de euros hasta 2030, contemplando la disparidad de condiciones económicas y sociales existentes entre los socios europeos.

Pasada esa fecha se mantendrá la financiación para garantizar el éxito.

Estamos finalizando el 2019 y los científicos anuncian que será el año record de temperaturas -desde que existen mediciones-, así como en emisiones de CO2 a la atmósfera.

Solo no ve la amenaza aquel que no quiere hacerlo. 

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