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Energía renovable y barata

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Hernán Sorhuet Gelós
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Nuestro país está recorriendo el camino correcto en cuanto a la modernización de su matriz energética.

Dependemos de manera absoluta de la importación de hidrocarburos, lo que nos coloca en una situación muy incómoda de dependencia de los vaivenes del precio del crudo en los mercados internacionales.

Así como hemos atravesado períodos muy propicios de bajas significativas en su costo, también hemos sufrido otros en los cuales sus alzas dañaron directamente nuestra economía y producción.

Por eso todos los esfuerzos que se realicen para inclinar el fiel de la balanza hacia el uso de energías renovables, serán claves para mejorar el desarrollo y la calidad de vida de nuestra gente.

La presentación del Balance Energético Nacional 2017 realizada por el Ministerio de Industria, Energía y Minería confirma buenas noticias para el país.

El 62,4% de la energía producida durante el año pasado fue renovable, ubicando en 37,6% a las fuentes no renovables. Se alcanzó así un récord que debemos festejar e impulsar aún más, ya que nunca antes se registró un incremento tan significativo de las energías "limpias" en detrimento de las "sucias" y más contaminantes. Como consecuencia de ello, Uruguay redujo sus emisiones de CO2 en 7,4% con respecto de 2016.

Ya van cuatro años en los cuales la oferta renovable superó el 50%, lo que marca una tendencia estable. Y estos números coinciden en tiempos donde los consumos energéticos en el país se siguen incrementando.

Aunque resulte obvio subrayar la importancia estratégica que esta política tiene para el país, hay que reiterar que cuanto menos crudo tengamos que importar mayor será nuestra independencia energética y menor la contaminación que generaremos.

Otro aspecto que vale la pena comentar de este informe es el referido a que el crecimiento más significativo del uso de energías renovables sobre las no renovables se registró en la generación de energía eléctrica (biomasa, eólica, solar, leña y carbón vegetal). El consumo de combustibles fósiles para generar electricidad disminuyó 46% y su participación en la matriz de generación eléctrica pasó de 3% a 2% en el último año.

Desde luego también hay malas noticias, bien conocidas por todos. Nos referimos al elevado costo que la energía tiene en nuestro país para el consumidor final. Tiene un efecto paralizante. Incide de manera directa y negativa en la competitividad de la producción nacional, en el costo de vida de la gente, y actúa como un factor de desestímulo de la inversión, de la actividad comercial a toda escala y de la innovación.

La explicación de esta realidad seguramente debemos hallarla en el muy elevado costo del Estado uruguayo. Registra una notoria desproporción entre lo que ingresa (por vía de impuestos y servicios públicos) y lo que se gasta (tamaño del estado). En lugar de decrecer aumenta en cada rendición de cuentas que aprueba el gobierno y de algún lado hay que conseguir el dinero.

Este pernicioso desequilibrio afecta toda la actividad económica y produce desempleo. Si bien es un mal endémico en nuestro país está claro que no reducirlo es un acto de gran irresponsabilidad.

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