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Qué nos dejará la pandemia

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Para muchos observadores han resultado sorprendentes algunas señales evidentes de mejoras ambientales, como consecuencia directa de la pandemia, debido a la caída a pique de las actividades humanas en todo el planeta.

Es dable esperar el marcado descenso de las emisiones de gases de efecto invernadero, al producirse un cese tan brusco del transporte aéreo, marítimo y terrestre. Otro tanto ocurrió con las emisiones industriales.

Por su parte las cuarentenas masivas registradas a lo largo y ancho del planeta, sumadas a la rápida desaparición del turismo masivo, ocasionó un fenómeno esperable para algunos pero sorprendente para otros. Nos referimos a la espontánea aparición de animales silvestres en ciudades y pueblos, algo excepcional en tiempos normales. A menor presencia humana, mayor sensación de seguridad para los representantes de la fauna local, animándose a circular por sitios antes demasiado peligrosos. Hasta fue noticia la claridad de las aguas registrada en los canales de Venecia.

Pero estas mejoras ambientales -por llamarlas de alguna manera- son sólo efectos transitorios de esta pandemia. Ni siquiera se las puede considerar una consecuencia positiva de este mal planetario, porque, seguramente se revertirá una vez que dispongamos de una vacuna eficaz, capaz de alejar el lógico temor al colapso del sistema de salud de los países, como está planteado en estos días.

De cualquier modo, todo hace suponer que una vez superado el trance quedarán algunas buenas enseñanzas, más o menos incorporadas en la sociedad y en las personas.

Los sistemas de salud saldrán fortalecidos. Recibirán una mayor atención, a sabiendas de que otras pandemias llegarán en el futuro.

Muchas personas incorporarán a sus rutinas y cuidados personales medidas de prevención e higiene que antes no observaban.

Desde luego la medicina, el trabajo y la educación a distancia llegaron para quedarse. Este evento global les ha significado un inesperado gran envión. Para los ecólogos este “parate” mundial les brinda información de enorme valor, porque les permite medir y cuantificar las respuestas de los ecosistemas ante el brusco descenso de las actividades humanas más contaminantes en un tiempo dado. De no mediar la llegada de la pandemia provocada por el Sars Cov-2 era impensable que en el mundo se registrara de golpe una detención de actividades a la escala planetaria.

Quizás las dos enseñanzas más sorprendentes que nos dejará el covid-19 sean, por un lado tomar real conciencia de la fragilidad de nuestra especie, en este caso frente a un ser microscópico, que hasta hace unos meses ni siquiera sabíamos de su existencia; por otro, el valor indiscutible que tiene el desarrollo del conocimiento científico y tecnológico para el bienestar de la humanidad.

Queda claro que debemos aprender desde la humidad de la verdadera inteligencia. El éxito de nuestra lucha actual radica en aferrarnos al conocimiento de los especialistas, pero al mismo tiempo, en el plano personal a valorar de manera significativa el principio de que nuestra conducta individual condiciona el bienestar general.

Veremos si este golpe a los egoísmos, también llegó para quedarse.

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