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Una crisis inesperada

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Por primera vez en la historia los seres humanos tomamos conciencia de que vivimos en un “pequeño planeta”, sin barreras definitivas que nos separen.

Hace solo tres meses surgió al otro extremo del mundo el virus llamado Sars-CoV-2. Y sin ningún esfuerzo esparció la enfermedad Covid-2 por todos los continentes, dejando en evidencia lo relativo que son las distancias, las fronteras geográficas y políticas, y hasta el desarrollo tecnológico y científico que disfrutan las diferentes sociedades.

Así como en su momento el cambio climático demostró inequívocamente que vivimos en un único hogar planetario (“sin plan B”) -por cuanto lo que ocurre en un lugar afecta al resto-, este coronavirus también desafía la sensación de seguridad que experimentaba la humanidad hasta su aparición, marcada por las grandes distancias o el desarrollo socioeconómico de los pueblos.

En este tiempo todo se ha tornado más relativo, frágil e impredecible, variables estas que nos producen gran inquietud y preocupación. Pero como todo gran desafío al que debemos enfrentarnos, tiene la capacidad implícita de incentivar nuestra inteligencia, fortalecer nuestra determinación, y convocarnos al esfuerzo conjunto.

Queda claro que algunas diferencias que hasta hace poco parecían importantes, ahora han pasado, no a segundo sino a tercer plano, porque la emergencia que vivimos solo se podrá superar con mucha responsabilidad de parte de todos.

Nadie puede quedar afuera de esta confrontación, ya que cuanto más sean los irresponsables y descuidados, mayor será el efecto debilitante sobre las estrategias aplicadas.

La novedad quizás sea esa sensación de vulnerabilidad y fragilidad que se expande y absorbe en el entramado social.

Esta experiencia dejará en todo el mundo importantes enseñanzas y aprendizajes, que seguramente nos hará madurar.

La primera podría ser que aceptaremos de mejor manera la idea de relatividad de las seguridades en las cuales confiamos y nos apoyamos para planificar el futuro inmediato.

Sabemos que esta pandemia pasará, respetando sus ciclos biológicos. Las cosas volverán a la normalidad y para muchas personas irá quedando como un recuerdo desagradable en su vida reciente.

A pesar de ello seguramente los graves trastornos de toda clase que está provocando la amenaza del virus, marcarán un antes y un después en el pensamiento y en las conductas de la gente.

La sensación que experimentamos es que nuestro planeta cada vez parece más pequeño.

En ese sentido la actual pandemia nos está dando otra gran lección acerca de valoración de nuestra condición de seres humanos. Y es que está muy por encima de cualquier diferencia de razas, género, edades, religiones, nacionalidades, aspecto físico, nivel educativo, económico, o lo que sea.

En lo local hay que decir que, si el terrible impacto que está provocando el coronavirus en nuestro país no es capaz de elevar nuestra mira muchos grados -para entre todos enfocarnos en la impostergable solución de los problemas-, pagaremos un precio mucho más elevado.

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