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Crece la amenaza

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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El presente, pero sobre todo el futuro de la Amazonia, es un asunto de gran importancia local, regional y planetaria.

Desde mediados del siglo pasado se viene advirtiendo acerca de los peligros que acarrea la desaparición de la mayor selva tropical del orbe. Esta situación ha provocado un acostumbramiento en la opinión pública de la existencia del problema. Sin duda contribuye a relativizar su gravedad y a tomarlo como un fenómeno con el cual hay que aprender a convivir, entre otras razones, porque no hemos “vivido en carne propia” muchos de los pronósticos negativos anunciados.

El problema es que las consecuencias de la deforestación de la selva amazónica ocasionan pérdidas y provocan efectos negativos de manera paulatina, no brusca.

Involucra territorios de nueve países. Ya se ha perdido un millón de kilómetros cuadrados debido a la transformación de selva en tierras para crianza de ganado vacuno (se calcula que es responsable del 80% de todo lo talado); el cultivo de la soja (principal exportación de Brasil); para la extracción maderera; la explotación minera y la construcción de carreteras.

El 60% de la Amazonia pertenece a Brasil. Si bien las intensas campañas por protegerla, desplegadas durante décadas, han tenido un cierto éxito -con el mínimo histórico de deforestación alcanzado en 2012- hoy ha aumentado no solo en Brasil sino también en Colombia, Perú y Bolivia.

Las consecuencias nefastas de este fenómeno de origen antrópico son múltiples.

En primer lugar contribuye directamente con la amenaza del calentamiento global, pues esta jungla es uno de los mayores sumideros de carbono que existen (absorbe CO2 y lo almacena). Se calcula que en la actualidad acumula entre 150 mil y 200 mil millones de toneladas de carbono, que podrían ser liberados a la atmósfera por la tala o la quema de los árboles.

La deforestación ya provocada arrasó con el 20% de la superficie de la selva. Estamos hablando de aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados desaparecidos que provocó un calentamiento global de 1° en los últimos 60 años.

Según varios especialistas si se alcanzara a deforestar el 40% de la selva, el incremento de la temperatura global será de 4º C. Este rango que a simple vista podría parecer poco, es todo lo contrario. Sería una tragedia mundial por su alto impacto en el clima planetario; con consecuencias dramáticas para cientos de millones de personas (seguridad alimentaria, inundaciones, sequías, huracanes, etc.)

Lejos de pretender sonar apocalíptico este pronóstico es el resultado al que han arribado las mentes más brillantes y expertas en el tema de todo el mundo (el IPCC).

En segundo lugar, la pérdida de grandes extensiones de la Amazonia significa un ataque directo al valor inconmensurable que tienen estos ecosistemas para la vida y el funcionamiento de la biósfera. Su “sabanización” implica la desaparición del hogar de millones de plantas y animales, muchas de las cuales aún ni siquiera conocemos su existencia y, por lo tanto, su valor e importancia.

Por último, la desaparición de la selva significa un cambio radical en el régimen hidrológico que llegará a afectar a toda la región por la disminución de las lluvias en amplias zonas taladas.

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