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Bioeconomía amazónica

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Pocas regiones del planeta presentan un desafío mayor que la Amazonia.

Allí convergen temas de extrema importancia como lo son: cuánto cambio climático permitiremos en el planeta, el respeto de los legítimos derechos de los pueblos originarios, lograr la conservación de lo que va quedando de la última gran selva tropical del planeta -con todos los beneficios que ello implica- y, desde luego, hallar y aplicar el modelo ideal para lograr el desarrollo sostenible en esa inmensa región sudamericana.

En ese complejísimo escenario confrontan dos fuerzas muy poderosas: la visión más tradicional de desarrollo económico y lo que se conoce como bioeconomía.

En el primer caso la lógica es lineal, extractivista de los recursos naturales a lo largo y ancho de los territorios según las demandas del mercado, con prevalencia de una visión mercantil de los ecosistemas.

Mientras que la bioeconomía es una herramienta para alcanzar una economía sustentable, en la cual la producción, utilización y la conservación de los recursos biológicos, son pilares fundamentales para un desarrollo humano que no comprometa el futuro. Incluye ineludiblemente los conocimientos más complejos de la diversidad biológica y de las interacciones sociales; procura garantizar los procesos esenciales que aseguren productos, servicios y crecimiento de manera equilibrada y justa.

Hasta ahora los grandes conflictos de la Amazonia se dan porque estas dos visiones están enfrentadas; una con mucho peso e historia y la otra, tratando de abrirse paso en un escenario plagado de dificultades, dudas e intereses.

Desde luego hay un valioso aprendizaje que también está incidiendo en la pulseada. Nos referimos a algunos resultados muy interesantes de tantas experiencias (por “ensayo-error”) que se han llevado a cabo persiguiendo el “desarrollo” de la región.

Por un lado están los resultados más dramáticos. Son los conseguiros cuando se optó por promover un cambio radical en el uso de la tierra, provocando una transformación muy violenta de los ecosistemas, al mejor estilo siglo XVIII y XIX. Es el caso de la deforestación total de un área para instalar allí campos de cría de ganado, de cultivo de soja, o proyectos de megaminería a cielo abierto. Cuando estas estrategias de desarrollo se transforman en políticas de estado, es cuando se puede afirmar que “estamos en problemas”.

Por otro, disponemos de algunas experiencias aleccionadoras muy interesantes.

La época de oro de la Amazonia brasileña fue durante el auge de la explotación del caucho natural a comienzos del XX. La clave: la explotación sostenible de un producto nativo. Esa es la dirección correcta y no suplantar lo local con especies foráneas.

El pilar principal sobre el cual desplegar la bioeconomía amazónica es su riquísima diversidad biológica. Se necesita realizar un uso inteligente del conocimiento, promoviendo innovadores desarrollos científicos y tecnológicos. Desde luego, todo el proceso necesita de potentes inversiones económicas y de decisiones políticas con visión a largo plazo. Es perfectamente posible conseguir al mismo tiempo conservación y desarrollo socio-económico con equidad.

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