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Aún hay tiempo para el venado

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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Desde la década del 80 nos hemos ocupado de la situación de una especie muy singular de la fauna autóctona nacional.

En el pasado, el venado de campo (Ozotoceros bezoarticus) fue el herbívoro dominante de las praderas uruguayas. Luego de la introducción de la ganadería su número se mantuvo muy superior al de los vacunos -como lo documentó al famoso científico Charles Darwin durante su visita de varios meses al campo uruguayo en 1833- hasta que el avance de las actividades productivas y una mayor presencia humana, diezmaron sus poblaciones a límites críticos.

Lo que debió constituirse en el orgulloso emblema viviente del campo uruguayo, apenas ha sobrevivido hasta nuestros días como una especie nativa casi desconocida para la gente.

En 1985 el Poder Ejecutivo declaró al venado de campo “Monumento Natural” de Uruguay, brindándole protección total, en un intento de revertir el proceso.

Para entonces, de aquellas poblaciones inmensas solo quedaban dos rebaños silvestres en todo el territorio nacional, uno en Salto y otro en Rocha.

En 1981 el pionero Tabaré González Sierra inició un programa de cría y reproducción en cautiverio en la Estación de Cría de Fauna Autócto- na-Cerro Pan de Azúcar, a partir de algunos ejemplares provenientes del grupo salvaje de Salto. Fue un gran éxito.

Muchos años después de su fallecimiento, esa institución zoológica exhibe orgullosa más de un centenar de venados, como resultado de un manejo inteligente, sin necesidad de más extracciones de ejemplares de la naturaleza. Al frente de la estación está la directora Brenda Bon, quien aplica la valiosa estrategia de integrar al programa investigadores y estudiantes, para fortalecer la política de conservación a largo plazo de esta especie emblemática para nuestro país.

Por su parte, la Dra. Susana González del Instituto Clemente Estable, experta mundial en la genética y conservación de esta especie, hace mucho tiempo estableció que esas dos poblaciones salva-jes son dos subespecies endémicas -exclusivas- de nuestro país.

La de Salto: Ozotoceros bezoarticus arerunguaensis; y la de Rocha: Ozotoceros bezoarticus uruguayensis. Esta realidad incrementa notablemente su importancia biológica y la necesidad de garantizar su conservación en el territorio uruguayo.

Ambas poblaciones (de unos 1.500 y 300 ejemplares respectivamente) están en su totalidad en campos privados y necesitan con urgencia recibir una protección oficial efectiva, como seguro de largo plazo, porque los campos cambian de manos, y naturalmente varían las necesidades y prioridades de sus legítimos tenedores.

Se sigue dilatando la aprobación del apoyo de la Dirección Nacional de Medio Ambiente a un proyecto destinado a evaluar el estado actual de las poblaciones silvestres y de la Estación de Piriápolis. El estudio debió comenzar en marzo.

El equipo de la Dra. González pretende producir el conocimiento necesario para darle viabilidad a largo plazo a la especie en nuestro país; preservando su genética y permitiendo planificar futuras reintroducciones de ejemplares en hábitats adecua-dos, cuidadosamente seleccionados.

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