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HERNÁN SORHUET GELÓS
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Durante mucho tiempo predominó la idea de que la designación de áreas naturales protegidas era una concesión de los gobernantes y políticos de turno, cediendo ante los reclamos de organismos internacionales, ministerios del ambiente, ONG conservacionistas y personas muy preocupadas por la modificación y destrucción de los ecosistemas nacionales.

Pero la socialización del conocimiento, la buena información y el peso de los hechos cambiaron esa percepción, demostrando que el desarrollo y la conservación son conceptos complementarios y no antagónicos.

En nuestro país hace mucho tiempo que no existen zonas vírgenes; todas exhiben distintos grados de alteración o modificación por el uso humano. Sin embargo poseemos muchos lugares valiosos.

La inmensa mayoría del territorio está en manos privadas y la creación del Sistema Nacional de Áreas Protegidas es un acontecimiento reciente. Si la conservación y el desarrollo económico fueran incompatibles resultaría inexplicable que hoy nuestro país disponga de extensas áreas de gran valor por su diversidad biológica.

La explicación de esta realidad es que han sido los privados los responsables de mantenerlas en esas condiciones, sin renunciar a sus derechos de explotación de sus campos, con la finalidad de obtener el sustento para sus familias.

Quedó muy lejos en el tiempo la errónea idea de que al decidir conservar un sitio equivalía a transformarlo en un museo natural intocable. De hecho la gestión sostenible del mismo mejora la productividad -pues asegura su calidad ambiental- y le abre al productor un abanico de posibilidades de generación de recursos económicos adicionales a través del turismo rural, paisajístico, cultural y de aventura.

La categorización como área protegida es solo un instrumento que puede ser bien o mal usado. Por eso importa mucho que el país cuente con una política fuerte, profesional y activa de desarrollo de su patrimonio biodiverso. Debe construirse con robustez para lo cual importa sobremanera la participación efectiva y coordinada del sector público y del privado, con fuerte apoyo de las comunidades locales y del mundo académico. Hay que sumar todos los intereses que sean complementarios, para lograr el mejor aprovechamiento de los recursos naturales sin comprometer su potencial.

Hay que decir que en el sector “naturaleza” se nos presenta una gran oportunidad que, de alguna manera, podría sumarse a esta inesperada y excepcional coyuntura provocada por la pandemia del Sars-Cov-2. ¿A qué nos referimos? A que con el desempeño sanitario nacional, sumado al comportamiento responsable de la población y a la acertada estrategia gubernamental, hemos conseguido hasta el momento excelentes resultados en esta lucha, que llaman mucho la atención en la región y en el mundo; otorgándonos una visibilidad mundial como nunca antes habíamos tenido.

Es tiempo de hacer las cosas mucho mejor que hasta ahora. La crisis de este 2020 exige mucha versatilidad. Debemos potenciar nuestro perfil de “Uruguay Natural”, mejorando la seguridad y los servicios, logrando precios más competitivos, y consiguiendo una robusta y exitosa coordinación entre los ministerios de Ambiente y Turismo.

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