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Si algo hemos aprendido durante los últimos cuarenta años, es que la conservación de los ecosistemas es un requisito clave para aspirar a vivir una vida digna y saludable. No se puede concebir un desarrollo sostenible si descuidamos la "salud general" de la diversidad biológica, por la sencilla razón de que en ella se sustentan los servicios ambientales -que nos permiten producir, alimentarnos y disfrutar del entorno.

El secreto está en hallar el equilibrio que nos permita introducir modificaciones en los ecosistemas y realizar un uso controlado de las especies sin poner en riesgo su futuro. Se puede decir que nuestro país es, en líneas generales, una gran pradera natural. A pesar de su aspecto sencillo y quizás monótono, se trata de uno de los ecosistemas más productivos. Antes de la llegada de la ganadería, estaba poblado por millones de venados de campo y ñandúes. Hoy la situación es totalmente diferente. Apenas sobreviven unos 1.500 ejemplares salvajes en campos de Salto y Rocha.

Y no se extinguieron por la valiente determinación de los dueños de esos campos a través del tiempo, de optaron por proteger los rebaños sobrevivientes, sin renunciar a las actividades agropecuarias.

En 1985 es estado uruguayo declaró al venado de campo (Ozotoceros bezoarticus) Monumento Natural del Uruguay, determinando la protección total sobre esta especie. Pues es la especie más emblemática de la fauna nacional si tomamos en cuenta que era lo más característico que exhibían los campos uruguayos antes de la llegada de los europeos.
Los números demuestras que esta especie está muy amenazada y necesita acciones más concretas que la vigencia de un simple decreto, o el compromiso de algunos productores rurales.

A nuestro entender urge que los campos dónde todavía habitan deben ser declarados áreas protegidas de uso múltiple, ayudando de manera directa a sus propietarios a garantizar su conservación.

No cabe duda de que la supervivencia del venado de campo en estado salvaje debe ser una causa de interés nacional.

De concretarse esta idea se daría un gran paso hacia la protección de la pradera natural con una de sus especies más representativa.
Estaría en sintonía con el Proyecto Incentivos a la Conservación de Pastizales Naturales del Cono Sur, lanzado por la organización Alianza del Pastizal, integrada por los gobiernos de Paraguay y Uruguay, del Estado de Río Grande del Sur de Brasil y por las Provincias argentinas de Entre Ríos, Santa Fé y Formosa.

Este proyecto promueve que los productores rurales que conservan fracciones de pastizales naturales en buen estado de conservación cuenten con beneficios en la forma de incentivos, a través de una herramienta llamada ICP (Índice de Conservación de Pastizales Naturales del Cono Sur). Procura proteger los servicios ecosistémicos (científicamente probados) que realizan los pastizales naturales (conservación de suelos, mantenimiento de fuentes de aguas limpias y reguladas, minimización de inundaciones y sequías, aporte de biodiversidad, control de plagas para cultivos, entre otros).

Aunque hasta ahora estos productores han realizado un magnífico trabajo de protección, es tiempo que se le brinde una ayuda institucional directa y concreta, que garantice la conservación de la especie y su ecosistema a largo plazo.

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Hernán Sorhuet Gelós

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