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Vulnerabilidad comercial

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Hernán Bonilla
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Esta semana se presentó el Informe sobre el Índice de Vulnerabilidad Comercial del Centro de Estudios para el Desarrollo, realizado por Nicolás Albertoni, Agustín Iturralde y Ramiro Correa.

Para el evento fue invitado a nuestro país el exdirector de Comercio y exministro de Chile Andrés Rebolledo, que aportó su visión sobre la valiosa experiencia de ese país en inserción internacional en las últimas décadas.

El índice mide el porcentaje de las exportaciones de nuestro país que no se realizan con preferencias arancelarias (de allí que sea un índice negativo, que mide la vulnerabilidad de esas exportaciones) y que por lo tanto implican el pago de aranceles y otras dificultades asociadas. El concepto de vulnerabilidad se basa en que el acceso a un mercado sin esas preferencias pesa sobre la competitividad de nuestras empresas y, a su vez, quedan más expuestas a ser desplazadas por otras de países que ya tienen acuerdos con ese destino o que lo consigan en el futuro.

En el informe completo, que se encuentra disponible en el sitio web www.ced.uy, pueden leerse otros indicadores derivados de este principal y que miden otros aspectos de nuestra inserción internacional. Mirando el índice básico, que mide de 0 a 100 la vulnerabilidad comercial de un país dónde mayores puntajes representan mayor vulnerabilidad, encontramos resultados que nos sirven para cuantificar cómo ha evolucionado nuestra estrategia comercial hacia el mundo. Tomando como año base 2006 y comparándolo con el dato de 2017, encontramos que el indicador para Uruguay es prácticamente el mismo: pasó de 57% a 59%, vale decir, un leve empeoramiento. Una situación similar, aunque algo peor muestra Argentina, que en el mismo período pasa de 66% a 65%. Estos datos muestran que ambos países rioplatenses se han mantenido estancados en la última década, sin mejorar el acceso a los mercados de exportación.

Ahora bien, para tener un panorama más interesante es necesario ver qué ha sucedido con nuestros competidores, en cuanto a países con estructuras productivas parecidas y que exportan bienes similares a los de nuestros países. Al analizarse los casos de Nueva Zelanda y Australia (nuestros primos lejanos como economías de desarrollo tardío) encontramos que su evolución fue muy diferente. En efecto, mientras que el indicador para Nueva Zelanda en 2006 era de 77% (mucho peor que el de Uruguay) en 2017 fue de 44% (bastante mejor que el de nuestro país). Por su parte Australia pasó en la misma etapa, de 83% a 39%. En buen romance, una disminución sustantiva de su vulnerabilidad comercial.

La inserción internacional es clave para el desarrollo de cualquier país, más en el caso de uno de las dimensiones de Uruguay, que directamente no tiene otra posibilidad que ser competitivo y abierto. Este indicador desarrollado por Albertoni, Iturralde y Correa tiene la gran virtud de exhibir en forma nítida y objetiva, el tiempo que hemos perdido en mejorar nuestra posición en el mundo mientras otros países demuestran que era perfectamente posible avanzar para sacar un mejor provecho de la globalización. También deja un claro mensaje, debemos comenzar a recuperar cuanto antes el tiempo perdido o lo seguiremos pagando en calidad de vida para los uruguayos.

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