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La Unión Soviética

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HERNÁN BONILLA
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Seguramente a la mayoría de los uruguayos les debe haber parecido surrealista que se instalara en la interna del partido de gobierno un debate acerca de los méritos y deméritos de la Unión Soviética.

A los más jóvenes les debe resultar prediluvial este debate sobre un país que no llegaron a conocer y del que desde su desaparición hace 30 años se habla poco y nada.

En términos generales las izquierdas en el mundo se han reconvertido, en muchos casos exitosamente desde el punto de vista electoral, deplorando la experiencia soviética. En todo caso, cuesta encontrar nostálgicos que reivindiquen el estalinismo y su terrible sombra con decenas de millones de muertos entre gulags, purgas y hambrunas planificadas.

El debate lo disparó Daniel Martínez, afirmando que: “Fue una vergüenza y todavía estamos pagando los horrores que hizo la URSS, porque el campo progresista terminó identificándose con una experiencia lamentable”. Luego terció Cosse con una reflexión bastante enigmática aunque de tono más positivo: “¿Por qué la ambición más grande de un joven de la URSS era comprarse un jean? Si tenía la posibilidad de mandar un cohete a la Luna, de estudiar lo que quisiera, de vivir donde quisiera, de no pasar hambre, ¿por qué su ambición era tener un vaquero nuevo?”.

Juan Castillo salió en defensa de la Unión Soviética, pero quizá la declaración más curiosa sea la de la directora de la División de Programas para Personas en Situación de Calle del Mides, Micaela Melgar, que expresó: “No existió, en la historia de la humanidad, un proyecto colectivo tan trascendente como la Unión Soviética. Para las ciencias, para las mujeres, para el desarrollo social, para las ideas basadas en la igualdad y para el freno al odio. La URSS, amores, nos salvó la vida” El episodio tuvo un nuevo capítulo ayer con un pedido de disculpas de Daniel Martínez a quienes ofendió con sus declaraciones.

Amén del sainete, las ideas y vueltas sobre la Unión Soviética en el Frente Amplio demuestra las dificultades de la izquierda vernácula para condenar incluso los episodios más aberrantes de la historia del comunismo. Ya conocidos todos sus crímenes concretos y su fracaso consuetudinario en todas sus versiones posibles, los millones de muertos que carga sobre sus espaldas, su podredumbre ética intrínseca y su incompatibilidad absoluta con cualquier resquicio de libertad política e individual, cualquier intento de defensa choca con la más mínima sensibilidad democrática.

En la Unión Soviética no solo se planificaba la economía, también la muerte de millones de personas intencionalmente, algo que nadie en su sano juicio puede justificar. Las millones de vidas cercenadas o mutiladas durante el tiempo que duró esa experiencia macabra es el contraejemplo del desarrollo económico y social al que, se supone, aspiran los partidos políticos uruguayos y, sin embargo, aún la crítica más evidente, como la de Martínez necesita ser retirada para no ser lapidado.

En la Unión Soviética la gente pasaba hambre y no vivía donde quería. Tampoco “nos salvó la vida”. Dice mucho de lo peor de nuestra cultura política que referentes políticos relevantes del Uruguay se nieguen o no puedan condenar una de las más nefastas experiencias políticas de la historia universal.

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