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El presidente Trump

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Hoy asume la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump. Luego de meses de especulaciones durante la campaña electoral y el tumultuoso período en que debió formar gobierno, llegamos a la hora de la verdad.

Hoy asume la presidencia de los Estados Unidos Donald Trump. Luego de meses de especulaciones durante la campaña electoral y el tumultuoso período en que debió formar gobierno, llegamos a la hora de la verdad.

Como en una serie de Netflix se sucedió una campaña electoral repleta de escándalos, filtraciones, renuncias, declaraciones altisonantes y un resultado sorprendente. El candidato que era una broma y ganó, hoy toma el poder del país más poderoso del mundo. Las bravuconadas xenófobas y racistas que empedraron su camino al poder han convertido a Trump en un inverosímil líder del mundo libre, como gustan decir los yankees, presagiando un temible efecto contagio en otras elecciones que habrá durante 2017.

Los escándalos sobre sus posibles vínculos financieros con Rusia y la posible extorsión de Vladimir Putin han sido los temas centrales de los programas periodísticos y la comidilla de los late show en EE.UU. en las últimas semanas. No es por casualidad que Trump asume con un saldo de imagen negativa, a diferencia de sus predecesores en las últimas décadas.

Hoy se terminan las especulaciones y comienza un gobierno signado, a contrapelo de lo habitual, por la esperanza de que no pueda cumplir sus promesas de campaña más publicitadas. El muro con México, todo un símbolo, aunque ya le haya bajado el perfil a la iniciativa, marcará desde el comienzo la relación con América Latina.

Sus amenazas a empresas automotrices para que no inviertan en México, al peor estilo de un dictador más que de un presidente y su retórica antiglobalización favorable a un proteccionismo ramplón complementan el diagnóstico de que su administración no será positiva para el mundo en general ni para ningún país en particular, incluyendo el suyo.

Si el mundo ha prospera-do desde la revolución industrial en adelante, y con particular intensidad en las últimas décadas, ha sido entre otros factores, gracias al libre comercio. Un retroceso en este sentido va a resentir el crecimiento a nivel global y en especial en las economías pequeñas y relativamente cerradas (vale decir, que tienen que abrirse mucho más) como la uruguaya.

Pero quizá la principal preocupación no es la económica, pese a toda su relevancia. La gran tensión que se escenificará a partir de hoy en los Estados Unidos será entre un presidente demagógico y populista y las instituciones democráticas que han garantizado el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo desde George Washington al presente.

El Congreso y la Suprema Corte de Justicia tendrán un papel clave para preservar los derechos individuales, una sociedad libre y una política exterior sensata y prudente. Al propio Partido Republicano, desfigurado por la elección de un presidente que es la negación de todo lo que representaron Lincoln o Reagan, entre otros, le corresponderá la decisiva tarea de controlar al Poder Ejecutivo cumpliendo con el olvidado rol primordial de todo Parlamento que es la representación y defensa de los ciudadanos.

Los Estados Unidos enfrentan desde hoy un desafío histórico que ciertamente fue previsto en su Constitución por los padres fundadores; que el experimento de libertad que pusieron en marcha en 1776 fuera resistente a malos gobiernos.

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Hernán Bonilla

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