Publicidad

Una lección de Artigas

Compartir esta noticia

Desde la entronización de José Artigas como padre de la patria hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, su figura alcanzó en nuestra historiografía contornos de perfección sin mácula. Desde la escultura de Zanelli, La Epopeya de Zorrilla de San Martín o la clásica pintura de Blanes, entre otros mojones de esa construcción, nuestro prócer ha sido tironeado por todos los bandos que lo reclaman como uno de los suyos.

Desde la entronización de José Artigas como padre de la patria hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, su figura alcanzó en nuestra historiografía contornos de perfección sin mácula. Desde la escultura de Zanelli, La Epopeya de Zorrilla de San Martín o la clásica pintura de Blanes, entre otros mojones de esa construcción, nuestro prócer ha sido tironeado por todos los bandos que lo reclaman como uno de los suyos.

Los tupamaros, los militares golpistas de los setenta, todos los partidos políticos en todas sus épocas, sectores de ideas que van del liberalismo al socialismo o la Iglesia Católica, siempre han procurado asociarse al jefe de los orientales por el arrastre inconmensurable de su prestigio. En cualquier debate público sobre el tema que sea colocar una frase célebre de Artigas que venga medianamente al caso es el 2 de la muestra, después ya no tiene caso seguir discutiendo.

Pero no siempre se veneró al mismo personaje al homenajear al ganador de la batalla de Las Piedras. Es claro que a lo largo de los últimos cien años su visión fue trocando del liberal que exponía, verbigracia, Héctor Miranda en Las Instrucciones del año XIII a comienzos del siglo XX, al socialista de avanzada que elucubraron Barrán y Nahum hace unas décadas.

La discusión a lo barrabrava no tiene razón de ser. Artigas fue un hombre de acción, y por lo tanto sometido a los avatares de la realidad que enfrentó. No tiene mayor caso querer colocarle a la fuerza la camiseta del cuadro de fútbol de nuestra simpatía.

Sí cabe exponer algunos hechos que han sido ignorados o soslayados por la historiografía dominante de las últimas décadas, sesgada burdamente hacia la izquierda. Uno de estos acontecimientos es la firma de un tratado de libre comercio entre Artigas e Inglaterra que aunque sea difícil de digerir para algunos demuestra el pragmatismo y la forma de pensar del protector de los pueblos libres.

Sigamos a Orestes Araújo en su Diccionario Popular de Historia de la R. O. del Uruguay: “Celebrado entre el Jefe de los Orientales y Protector de los Pueblos Libres, ciudadano José Artigas, y el Señor Comandante de las fuerzas de S. M. Británica en estas Américas, Teniente de Navío Don Eduardo Franklan, relativo a la recíproca seguridad de un libre comercio entre los vasallos de S. M. B. y puertos de la Banda Oriental del Río de la Plata”.

Dice el artículo 1º que es el sustancial: “El Jefe de los Orientales, por su parte, admite a un libre comercio todo comerciante inglés. Por este artículo queda dicho Jefe comprometido a respetar y hará respetar en todos los puertos de su mando la seguridad en sus personas y propiedades, con tal que al presentarse cualquiera de dichos comerciantes en nuestros puertos, presenten el pasaporte del señor Comandante inglés, o quien lo represente”.

El acuerdo fue firmado el 8 de agosto de 1817 y ratificado por Artigas el 20 del mismo mes. Es un documento contundente sobre la importancia que daba al comercio con la principal potencia de la época nuestro prócer y la valentía con que procedió a intentar ganar un lugar en el mundo para la Banda Oriental. El contraste con la forma pusilánime con que muchos hoy quieren rehuir a la negociación por el TISA o a la inserción de nuestro país en la economía global no puede ser más grande y penoso.

SEGUIR
Hernán Bonilla

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad