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Entre gradualismo y reformas

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Hernán Bonilla
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El triunfo del oficialismo en Argentina en las elecciones del domingo marca un punto de inflexión en la historia política del país vecino. El gobierno ganó en las urnas una legitimidad democrática irreprochable para continuar con su programa que presenta certezas e incertidumbres. Por el impacto que va a tener la evolución argentina en nuestro país, bien vale la pena intentar divisar cuál puede ser ese programa en los próximos 2 años y, quizá también, para los próximos 6.

La victoria de la coalición gobernante fue contundente, obteniendo más del 40% del total de sufragios con triunfos relevantes en los principales distritos y en otros tradicionalmente peronistas. Indudablemente se consolidó la figura del presidente Macri y la de la gobernadora María Eugenia Vidal, amén de que buena parte del éxito se deba a mostrar una política moderna basada en un trabajo horizontal de un equipo numeroso.

El avance en el Congreso en ambas cámaras le permitirá al gobierno, además, lograr más fácilmente las mayorías necesarias para las reformas que piensa instrumentar. El reciente desafuero del exministro De Vido, luego de que en una votación anterior no se lograra, es elocuente de los nuevos tiempos legislativos.

Hasta el momento el mayor mérito que tuvo el gobierno de Macri ha sido normalizar una economía que había sido desquiciada por la administración anterior. La fatal combinación de corrupción rampante, proteccionismo burdo, exclusión del mundo, populismo exacerbado, estadísticas oficiales truchas y falta de inversión, habían llevado a Argentina al colapso. Si bien la recuperación del crecimiento tardó en llegar, finalmente se aprecia y este año rondará el 3%.

A su vez, el gobierno desplegó una amplia agenda para volver a poner a Argentina en el mapa, redujo sustancialmente el riesgo país y volvió a colocar deuda con bombos y platillos. Los desafíos que restan son, de todas formas, inmensos. El ajuste gradual que lleva adelante sigue manteniendo las tarifas públicas en un precio inferior a su costo, el déficit fiscal sigue siendo demasiado alto y el endeudamiento debe manejarse con prudencia. La inflación sigue siendo elevada y ha ido cediendo en forma más lenta de lo que pretendía el gobierno y la competitividad de la economía continúa siendo un problema de compleja superación.

Macri ha anunciado que llegó la hora de las reformas y entre ellas anuncia una laboral y otra impositiva. Resta conocer el sentido y la profundidad de esas reformas. El sentido es más sencillo de predecir que la magnitud, en una economía que había sido llevada al precipicio por las políticas kirchneristas; el único sentido de salida posible es el de dotar de mayor libertad a la economía. La profundidad de las reformas es la gran incógnita. ¿Será una reforma profunda o seguirá el gradualismo que caracterizó a los primeros dos años de gobierno?

Entre el realismo político y las intenciones finales del gobierno se dilucidará esta interrogante. El gradualismo parece haber sido una estrategia electoralmente exitosa, pero el riesgo es que ese mismo éxito lleve al inmovilismo.

Más lento o más despacio, Argentina debe seguir avanzando y eso será una gran noticia también para Uruguay, como comprobaremos este verano.

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