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Los derechos individuales

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Queda un mes para que decidamos con nuestro voto los candidatos que pasarán a la segunda vuelta de noviembre y la composición del Parlamento. Las encuestas dejan poco lugar a la incertidumbre, ningún partido tendrá mayoría propia y pasarán al ballotage Luis Lacalle Pou y Tabaré Vázquez. Luego vendrá la breve y decisiva campaña rumbo a la definición presidencial que aparece impredecible y extremadamente competitiva.

Queda un mes para que decidamos con nuestro voto los candidatos que pasarán a la segunda vuelta de noviembre y la composición del Parlamento. Las encuestas dejan poco lugar a la incertidumbre, ningún partido tendrá mayoría propia y pasarán al ballotage Luis Lacalle Pou y Tabaré Vázquez. Luego vendrá la breve y decisiva campaña rumbo a la definición presidencial que aparece impredecible y extremadamente competitiva.

Forma parte de las mejores tradiciones de nuestro país la gran valoración que tenemos del proceso democrático. Todos, salvo extrañas excepciones como la del senador Lorier de infelices declaraciones por estos días, entendemos que nuestra participación en la formación de la “voluntad general” es parte esencial de la libertad política. Mucho menos arraigada en nuestra cultura esta la otra pata fundamental del concepto, la que hace a los derechos individuales, a las garantías del Estado de Derecho, al desarrollo de la sociedad civil, al respecto por los proyectos de vida personales y familiares. En este tema, como en ningún otro, aflora nuestro ethos afrancesado en detrimento del enorme avance para la humanidad que representó la ilustración escocesa.

Esta disquisición que puede parecerle al lector excesivamente teórica al calor de la campaña cobra pleno sentido al analizar lo que verdaderamente está en juego. Nadie duda, afortunadamente, que la democracia uruguaya hoy goza de buena salud, pero en otros aspectos tan importantes como aquellos de las garantías del sufragio hemos perdido de a poco y casi inconscientemente grados de libertad. Es en los derechos personales, los que surgen límpidamente del derecho natural, los que están más allá de las decisiones de las mayorías, en lo que hemos retrocedido en los últimos diez años.

El derecho a la intimidad ha sido invadido por una legislación agresiva, el derecho a la vida ha sido despreciado, la extensión y creación de nuevos tributos ha recortado la libertad individual, el derecho de propiedad se ha limitado, en fin, ejemplos sobran. En medio del baturrillo frentista se puede distinguir cómo ha avanzado una concepción que compromete la Libertad y que es extremadamente peligroso que se perpetúe. Muchas veces cuesta encontrar alguna orientación al galimatías oficialista, pero esta es una de sus líneas de acción innegables.

En el mismo sentido, el cascoteo al Estado de Derecho, a la previsibilidad de las normas o las agresiones al Poder Judicial muestran un espíritu similar de desprecio a instituciones fundamentales para la vida civilizada como la conocemos. Que el deterioro sea gradual no lo vuelve menos relevante, por el contrario, se transforma en una emboscada que cuesta divisar y contra la que es más difícil encontrar respuestas.

Este es uno de los aspectos que está en juego en esta elección. Parafraseando al slogan oficialista, si en Uruguay no se detiene este derrotero vamos a ir de mal en peor. Es imperioso un gobierno que cambie la pisada y respete al ciudadano, a sus derechos, que entienda quién está el servicio de quién y para el que la separación de poderes sea una virtud y no un problema. Si he tenido la dicha de que el amable lector me siga hasta esta frase final comprenderá porqué en definitiva bien puede afirmarse que dentro de un mes votamos en defensa de nuestra Libertad.

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Hernán Bonilla

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