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Déficit y crecimiento

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HERNÁN BONILLA
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Esta semana el Ministerio de Economía y Finanzas corrigió el dato de déficit fiscal de enero que, excluyendo el efecto de la ley de cincuentones, alcanzó el 4,3% del PIB.

El incremento del déficit hasta esa cifra y de la deuda pública hasta el entorno del 65% del PIB marcan una situación en que el deterioro fiscal ya no es una opción si queremos mantener la estabilidad macroeconómica y el grado inversor.

La madre del borrego del problema fiscal está en el incremento exuberante del gasto público en los tiempos de la bonanza internacional que benefició a casi toda América Latina hasta 2015. A partir de entonces nuestro crecimiento fue mediocre, con un promedio anual por debajo del 2% y la brecha entre gasto e ingresos se incrementó. Pese a las medidas de ajuste fiscal implementadas por la actual administración el aumento del gasto siguió siendo mayor al de los ingresos y el déficit se fue incrementando.

En un año electoral, además, cuesta pensar que el gobierno tome nuevas medidas de ajuste, aunque su objetivo seguramente será no perder el grado inversor. Si continúa creciendo el déficit, como prevén, verbigracia, algunas empresas calificadoras de riesgo, los tiempos pueden acortarse más de lo previsto.

Inevitablemente el próximo gobierno, ante la presumible inacción del actual, deberá tomar medidas para encausar el tema y una parte central deberá ser la baja del gasto público. Esto no es sencillo, pero resulta inevitable ante los excesos acumulados en los últimos 14 años. Por cierto que deberá mejorarse la eficacia y la eficiencia del gasto, pero también deberán tomarse medidas de mayor impacto fiscal a efectos de demostrar una decisión firme de mantener la situación bajo control. La alternativa, algo similar a lo que ocurrió en Argentina el año pasado por no reaccionar a tiempo, es mucho más costosa en términos económicos y sociales, algo que debemos tener claro para evitarlo. También hay que tener presente que la situación fiscal de nuestro país se debe, en parte, en los últimos 4 años, a un menor crecimiento que determinó menores ingresos. Por lo tanto, un componente fundamental del programa del próximo gobierno deberá ser una batería de medidas que aceleren el crecimiento económico. En este sentido, la experiencia del actual gobierno de Sebastián Piñera en Chile, que logró revertir el magro crecimiento del segundo gobierno de Bachelet en su primer año de gestión, resulta muy interesante. Tomándolo como inspiración y como prueba de que es factible, podríamos pensar en una agenda propia en que se acelere la obra pública realizada directamente por el Estado así como por participación público-privada, un plan de simplificación de trámites, de ayuda al inversor a la hora de enfrentar la maraña burocrática, de modernización de la gestión, de mayor apertura económica, de cambios regulatorios microeconómicos atendiendo a la realidad de cada sector de la actividad, entre muchas otras. En definitiva, la mejora del frente fiscal es indispensable, así como medidas concretas que necesariamente deben ir por el lado del gasto, pero al mismo tiempo debemos poner un foco muy importante en medidas que nos lleven a un mayor crecimiento. Porque en sí mismo es importante y porque es un componente clave para resolver el problema fiscal.

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