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Que decida el Parlamento

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Hernán Bonilla
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Que la inserción internacional de un país relativamente pequeño como el nuestro es fundamental para su desarrollo, está fuera de discusión.

Que debemos ser más proactivos, profesionales e inteligentes que aquellos que pueden descansarse más en su mercado interno también se parece mucho a una obviedad. Y, sin embargo, no es lo que hemos hecho en los últimos años.

En un mundo en que cada año se firman decenas de acuerdos bilaterales y multilaterales, nuestro país hace más de una década que no concreta ninguno y, ni que hablar que el oxidado Mercosur tampoco. Entre la falta de iniciativa en algunos períodos y la oposición de la mayoría del oficialismo en otros, se va el tiempo lastimosamente y vamos quedando a la vera del camino de la globalización.

La diversificación comercial por la vía del esfuerzo de las empresas uruguayas cada vez va a ser más insuficiente, porque cargan con el peso de los aranceles que no tienen sus competidores en otros países y porque los flujos comerciales necesariamente se consolidan entre los que se adaptan a las nuevas formas de la globalización. El tema de la vulnerabilidad comercial que ha puesto sobre el tapete Nicolás Albertoni, quien trabaja en un relevante proyecto de investigación junto a Agustín Iturralde en el Centro de Estudios para el Desarrollo, traerá más noticias.

Lo cierto es que en materia de inserción internacional hoy el país se encuentra trabado y empantanado como el propio presidente Vázquez en la imagen que se viralizó por estos días, durante un acto militar en donde se quedó la camioneta que lo transportaba. El presidente y el canciller apoyan la idea de que es necesario abrirse al mundo firmando acuerdos, pero después chocan con la oposición de la mayoría de su propio partido y el final de la película es que nada pasa ni va a pasar si dependen de la orgánica interna.

Ya quedó demostrado que si el gobierno queda a merced de los organismos de decisión del Frente Amplio, la negativa siquiera a considerar cualquier tratado comercial, está asegurada. Sería un error, por tanto, someter el tratado ya firmado con Chile o los que el gobierno pueda llegar a concretar, a la decisión del partido de gobierno. En el caso particular del acuerdo con Chile —el único firmado durante las administraciones frentistas— su ratificación se encuentra a estudio del Parlamento que lo tiene encajonado, dada la posición contraria que ya han manifestado varios sectores del partido de gobierno.

La única forma en que el país podría avanzar es que el gobierno considere que este tema debe ser resuelto por todos los partidos políticos y que el tratado sea votado en el Parlamento, donde saldría aprobado por una amplia mayoría de votos, incluyendo muchos frentistas y seguramente la totalidad del Partido Nacional, Colorado e Independiente.

El tema justifica que sea resuelto por todos los partidos, ya que se juega algo central para el desarrollo del país en el largo plazo, que no puede quedar supeditado a una minoría política dentro de todo el espectro nacional. El presidente de la República y el canciller deben seguir este camino si realmente están convencidos de que el futuro del país pasa por la apertura de la economía, de lo contrario será mera retórica inconducente.

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